EE.UU.: Cuestionan modelo de negocios farmacéutico que quintuplica a decuplica los precios de drogas existentes

Lunes, 08/02/2016

Mientras que los fármaco “de marca” aumentaron su precio promedio un 15% durante 2015, la inflación fue de menos del 1% . Senado lleva a cabo audiencias de investigación y revela detalles de la polémica práctica.

Cuando el joven CEO de Turing Pharmaceuticals, Martin Shkreli, decidió meses atrás subir el precio del fármaco Daraprim de menos de US$ 20 cada tableta a US$ 750 no sospechaba que su acto sería la gota que rebasaría el vaso de la tolerancia a las alzas en el mercado farmacéutico estadounidense.

Daraprim es una droga a la cual tienen que recurrir los infectados de SIDA, cuando el parásito de la toxoplasmosis (habitualmente transmitido por rasguños o las heces de los gatos) los infecta y ello garantiza que su demanda sea constante. La decisión de Shkreli resultó tan odiosa en particular por su desenfado público y privado en admitir que su objetivo era su rentabilidad personal y la de sus socios.

En un mail interno de la compañía, el ejecutivo escribió: “Pienso que (el negocio) será gigante. Subiremos el precio de US$ 1.700 por botella (en EE.UU. los fármacos se expenden en frascos o botellas) a US$ 75.000 (…) Entonces 5.000 botellas al nuevo precio son US$ 375.000.000 , casi todo es ganancia y pienso que podremos tener 3 años de esto o más. Debería ser una inversión muy beneficiosa para todos nosotros. Debemos cruzar nuestros dedos respecto de que estas  estimaciones sean precisas”.

El texto se conoce debido a que diversas agencias e instituciones gubernamentales tomaron cartas en el asunto, lo que derivó en que finalmente el Cogreso citara a una serie de audiencias sobre el tema, las cuales incluyeron a Shkreli, quien se amparó en su derecho de negarse a declarar y se mantuvo en silencio, excepto en tweets posteriores al evento en los que fustigó a los legisladores.

El caso de Turing Pharmaceuticals dista de ser único y excepcional. Otra empresa puesta en la picota es Valeant Pharmaceuticals, que adquirió la propiedad de los medicamentos Isuprel and Nitropress a principios de año pasado y, tras hacerlo, reajustó los valores de los fármacos en un 525 y 212%, respectivamente. De esa manera, a 12 meses de la compra, la empresa obtuvo ganancias por US$ 351 millones debido a las subas de precios.

En muchos casos, estas alzas afectan a los intermediarios, como distribuidores y farmacias. Recientemente uno de los llamados Pharmacy Benefit Manager (PBM) del país, anunció que el alza de un fármaco, por unidad, sobre los US$ 700, lo había hecho buscar una alternativa:  el nuevo proveedor colocó el precio en US$ 1. En este caso la competencia aportó la solución sólo porque la droga en cuestión se encontraba hace 60 años en el mercado, debido a lo cual ya era genérica.

No puede ocurrir así con las que están protegidas por patentes. Es así cómo, el año pasado, las drogas “de marca” de los grandes laboratorios amentaron sus precios, promedio, un 15%. Ello cuando la inflación total en el país no alcanzó al 1%. En el caso de los genéricos, el alza fue de 3%.

Debido a este escenario, el debate está servido. No sólo el debate, el Comité Especial en Envejecimiento del Senado de EE.UU., abrió una investigación sobre la escalada de precios impuesta por varias compañías. Por su lado, la Casa Blanca decidió formar una “fuerza de tarea” que analice lo que ocurre, bajo el paraguas de la House Committee on Oversight and Government Reform.

Como resultado, la semana pasada, los senadores cuestionaron de manera abierta dos de las estrategias de los laboratorios para mejorar sus ingresos: comprar drogas “viejas” y de bajo precio e izar sus precios aprovechando posiciones dominantes en el mercado y, la segunda, crear niveles de precios y descuentos sobre la base de sistemas muy complejos de manera de ofrecer precios notoriamente disímiles a distintos tipos de clínicas y hospitales.

La respuesta de los laboratorios es, por ahora, variada. Algunos han indicado que existe una relación entre los precios y las necesidades de capital para sostener investigación en nuevos medicamentos, en tanto que otros arguyen que, en algunos casos, como en el de una droga de uso cardíaco, el dinero lo toman de los hospitales y no de los pacientes.

La historia está lejos de terminar, el comité del Congreso continuará sesionando en las próximas semanas.

 

 

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