Opinión: Más de 300 economistas del mundo piden "Salud para todos"

Lunes, 14/12/2015

Por Ferdinando Regalia, Jefe de la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Si haces la misma pregunta a cinco economistas, tendrás de regreso seis respuestas. Es un chiste viejo, y como tal, el valor de su mensaje radica en que revela una verdad básica: lograr que los economistas se pongan de acuerdo puede ser muy difícil.

Es por ello que la Declaración de los Economistas acerca de la Cobertura Universal en Salud es algo notable. Con más de 300 economistas de todo el mundo, nos pusimos de acuerdo e hicimos un llamado a los líderes globales para priorizar la salud como piedra angular del desarrollo económico sustentable. En particular, exhortamos a los hacedores de políticas a invertir sus recursos para el desarrollo en políticas de cobertura universal de salud, lo cual permitiría que cada persona tenga los servicios de salud que requiere sin tener que sufrir la carga financiera de pagar por estos servicios.

El lanzamiento de la Declaración coincidió con el lanzamiento de las nuevas Metas de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, una ambiciosa agenda global para 2030 que incluye todo, desde confrontar el cambio climático hasta finalizar con el hambre en el mundo. El logro de la cobertura universal se encuentra en esta agenda, pero tiene el potencial de ser mucho más que una meta entre muchas otras. Mis colegas firmantes y yo argumentamos que, hablando desde la economía, lograr “Salud para Todos” es esencial para hacer realidad todas las otras nuevas metas.

Esta afirmación sustenta por qué la Cobertura Universal en Salud no es solamente un derecho, sino que también ha demostrado ser una directriz de desarrollo sostenible e incluyente. Una Comisión de la revista científica The Lancet, presidida por Larry Summers –Ex Secretario del Tesoro de Estados Unidos quien además convocó la Declaración de Economistas con la Fundación Rockefeller- reportó que durante la década pasada, las mejoras en salud llevaron al 24% del crecimiento en el ingreso total de los países de ingresos bajos y medios.

Estoy orgulloso de que los países de América Latina y del Caribe estén en muchos aspectos por encima de la curva cuando se trata de hacer realidad los beneficios de invertir en la salud. Durante las últimas décadas, la región ha demostrado un gran compromiso para avanzar en la equidad en salud; como resultado, algunos indicadores clave de salud –desde tasas de infección a mortalidad materna- han mejorado drásticamente.

Chile, Costa Rica y Cuba son hogar de algunos de los sistemas de salud más fuertes  entre los países de ingresos medios del mundo. Estas ganancias tienen sus raíces en una voluntad política inquebrantable para erradicar la pobreza junto con sólidas inversiones nacionales en salud y áreas relacionadas como  agua y saneamiento. No es coincidencia que mis colegas economistas y yo dirijamos nuestro llamado a la acción hacia los gobiernos y los políticos. Nuestra experiencia en América Latina y el Caribe nos dice que el progreso en la cobertura universal de salud comienza tan pronto como los líderes estén convencidos de que es una inversión valiosa y necesaria.

Sin embargo nuestro trabajo está lejos de ser terminado. Mientras que las estadísticas nacionales cuentan una historia de progreso, la realidad es mucho más complicada. En toda la región persisten vastas disparidades en el acceso a la salud. Por ejemplo, echemos un vistazo a algunos países de América Central. A principios de esta década, sólo la mitad de las mujeres en el 20% más pobre de la población tuvo un parto asistido por personal calificado. Mientras que más del 90% del quintil con mayor ingreso tuvo acceso a la atención de parto por personal calificado; inequidades como ésta representan el principal obstáculo para lograr verdaderamente la cobertura universal de salud en América Latina.

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La superación de estas desigualdades en cobertura efectiva se complica aún más por el aumento de las enfermedades no transmisibles en la región de América Latina y el Caribe, y en todo el mundo. A pesar de la atención que reciben las enfermedades infecciosas, así como la agenda inconclusa de salud reproductiva, materna, del recién nacido y del niño, no debemos olvidar que las tres principales causas de muerte en América Latina y el Caribe son enfermedades del corazón, enfermedad cerebrovascular (por ejemplo, accidentes cerebrovasculares) y diabetes.

Las enfermedades no transmisibles amenazan la equidad desencadenando un doble ataque en las personas que viven en situación de pobreza. La carga de estas enfermedades afecta con mayor fuerza a las poblaciones más pobres, y además estas enfermedades son las más costosas para tratar. Sin una Cobertura Universal en Salud que elimine los costos aplastantes, quienes estén en mayor necesidad de tratamiento serán los que menos puedan acceder a éste. El aumento resultante en enfermedad y pobreza impide a las personas, comunidades y países alcanzar su máximo potencial.

Para que los países de América Latina y el Caribe logren la salud para todos y ataquen las enfermedades infecciosas y no transmisibles por igual, los hacedores de políticas deben impulsar proactivamente la equidad y la sostenibilidad en todas las facetas del sistema de salud.

En primer lugar, los países no podrán abordar las brechas del sistema de salud si no están conscientes de éstas. Los hacedores de políticas y los gobiernos deben trabajar en estrecha colaboración con expertos técnicos para monitorear y dar seguimiento de forma efectiva a los servicios de salud y lograr la cobertura efectiva para todas las comunidades.

En segundo lugar, los sistemas de salud verdaderamente universales y sostenibles deben ser respaldados por recursos financieros robustos y por su utilización eficiente y efectiva. Esto es particularmente importante para abordar las enfermedades no transmisibles, cuyo tratamiento es más caro en periodos largos de tiempo. Las medidas de salud pública preventivas que sirven como fuentes de financiación de la salud -tales como los impuestos sobre los productos del tabaco- son un buen punto de partida y deben considerarse un elemento esencial de la financiación de la salud.

El logro de la cobertura universal de salud en las Américas para el año 2030 no será fácil; pero sí es posible lograrlo con una fuerte gobernanza de las autoridades de finanzas y de salud, con datos confiables y procesos que guíen decisiones de gran escala y basadas en evidencia para realizar intervenciones de base poblacional y clínica, que cuenten con la determinación para afrontar los desafíos de implementación, y de un compromiso genuino que comprenda desde los trabajadores comunitarios de salud a los hacedores de política gubernamentales y a los actores del sector privado. Lo que es más, los economistas coincidimos que esto es imperativo.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Gente Saludable del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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