Opinión: Salud, la gran olvidada de la COP21

Viernes, 11/12/2015

Dr. Olivier Brandicourt, CEO de Sanofi.

Las cifras hablan por sí solas: la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé para el 2030 centenares de miles de muertes por año en el mundo, debido al efecto de cambio climático. Nos referimos a las muertes resultantes de las catástrofes naturales, de la desnutrición o, incluso, del aumento de la presencia de enfermedades infecciosas. Las consecuencias del calentamiento del planeta ya son perceptibles, como lo destaca el informe 2015 de la Comisión de Salud y Cambio Climático del Lancet, publicado el pasado mes de junio. Estas consecuencias son muy injustas al final, los más afectados son también los más vulnerables, los más pobres, los más jóvenes, los más viejos y las mujeres.

Frente a dichas amenazas sanitarias, sólo queda lamentarnos: la salud no está fuertemente incorporada en las agendas ni en las decisiones internacionales sobre clima. Salvar nuestro planeta es, sobre todo, preservar la salud y el bienestar de mujeres y hombres que habitan en él. Actuar contra el cambio climático no significa sólo salvar vidas, sino incluso brindar la oportunidad de realizar avances en la salud. Lo que debería ser una evidencia es, hoy en día, muy frecuentemente ocultado.

Por todo ello, la 21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), que está ocurriendo en Paris, debe obligatoriamente darle un lugar de importancia a las consecuencias del riesgo climático sobre la salud.

De olas de calor a inundaciones, de ciclones a tempestades, los fenómenos climáticos extremos se intensifican y afectan a todos los continentes. Estas catástrofes no sólo provocan miles de muertes directas, sino también indirectas, principalmente las que se producen por la contaminación de agua dulce o por las infecciones por cólera, enfermedad que acaba con la vida de cerca de 120.000 personas por año.

En Europa, las olas de calor del 2003 y 2015 provocaron miles de muertes. Países como India o Australia no se han librado en esos últimos años. Además, la sequía y la aridez provocan la reducción de la producción agrícola e impactan fuertemente a las poblaciones más pobres. Según el informe más reciente del IPCC (grupo intergubernamental de expertos sobre la evolución del clima), el cambio climático va a exacerbar los problemas de penuria alimentaria en las regiones ya muy afectadas. ¡La desnutrición ya provoca 6 millones de muertes por año!

Sin embargo, las consecuencias del cambio climático sobre la salud de los individuos y de las poblaciones, van mucho más lejos. De hecho, el aumento global de la temperatura podría expandir los ecosistemas propicios al desarrollo de enfermedades como la malaria. Hoy en día, alrededor de un tercio de la población mundial ya está expuesta a esta enfermedad que mata cada año a unas 600.000 personas, principalmente niños con menos de cinco años y mujeres embarazadas.

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Aunque el mosquito anófeles, el vector de la malaria, actualmente se limite a áreas específicas de África, Latinoamérica y del Sudeste Asiático, el aumento de las temperaturas promedio podría expandir su hábitat a nuevas zonas. Este fenómeno, asociado a otros, como la globalización, propagaría rápidamente el riesgo de malaria a nuevas regiones. Esta enfermedad podría alcanzar el Monte Kilimanjaro o los altiplanos andinos, o también desarrollarse en Asia Central y en el Mediterráneo.

Lo mismo vale para el mosquito Aedes aegypti que trasmite el virus de zika, el chikunguña y el dengue. Cada año se registran 50 millones de casos de esta enfermedade, y la OMS estima que más de 2,5 mil millones de seres humanos están expuestos a ella. Por cuenta de los cambios climáticos, el mosquito encuentra ahora las condiciones necesarias para su instalación en nuevas áreas geográficas como se constató recientemente en Europa.

El calentamiento del planeta modifica de manera similar la epidemiología de la leishmaniasis. El aumento de las temperaturas, del régimen pluviométrico, así como de la humedad, influye en la distribución, la tasa de supervivencia y el tamaño de las poblaciones de los vectores de esta enfermedad, que afecta 1,3 millones de nuevos individuos. Se establece así un vínculo entre el fenómeno El Niño y la incidencia de leishmaniasis en América Latina.

Este fenómeno ecológico también tiene graves consecuencias sanitarias provocando migraciones desde las áreas más duramente afectadas por el calentamiento. Los refugiados climáticos, obligados a abandonar el espacio donde viven, corren el riesgo de exposición a nuevas enfermedades. En este sentido, la tuberculosis presenta un riesgo importante. Actualmente, esta enfermedad provoca 1,4 millones de muertes por año y se sabe que es una enfermedad diseminada entre los migrantes. ¡Por no mencionar el impacto social y psicológico de aquellos que serán obligados a abandonar sus tierras! Es inevitable: si la temperatura promedio sigue aumentando, y ello se combina con los desplazamientos de la población, se aumentará el riesgo de transmisión de enfermedades.

En América Latina, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo prevé un aumento de la temperatura entre 2 y 4 °C, y una reducción de las lluvias hasta de 30%, especialmente a lo largo de la región Andina y en el Caribe. Esto afectará los ecosistemas de alta montaña, derritiendo nevados y desapareciendo páramos, reduciendo la disponibilidad de agua potable, lo cual acarrea más riesgo de eventos de diarrea, infecciones y aumento de casos de enfermedades como leishmaniasis, filariasis, esquistosomiasis, entre otras.

Podríamos dar seguimiento a esta crónica de una catástrofe humanitaria y sanitaria anunciada. Esos hechos deben ser suficientes para dictar una línea clara y definida: es necesario apoyar sin demora la movilización de toda la comunidad de la salud, involucrar agentes públicos y privados, comenzando por las empresas de las ciencias de la vida, cuya responsabilidad es contribuir para el progreso de la salud. Si actuamos ahora, todavía podemos administrar las consecuencias del cambio climático sobre la salud de la población mundial. La salud no debe ser la gran olvidada de la COP21.

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