¿Por qué la industria farmacéutica aún no ha desarrollado una vacuna contra el virus zika?

Jueves, 28/01/2016

Por Brigitte Osterath, periodista científico independiente, y asistente editorial de Deutsche Welle. Posee un PhD en Química.

No es fácil escribir un artículo de opinión que no arremeta contra la industria farmacéutica. De periodistas científicos como yo, se espera que adoptemos una postura frente a los grandes consorcios farmacéuticos que ganan dinero con la venta de medicamentos. Son escasos los reportajes en los que estos consorcios reciben una crítica positiva o incluso neutral. Lo intentaré de cualquier forma.

En la actualidad, los medios están llenos de informaciones sobre el virus del zika, que puede afectar a los bebés durante el embarazo y que se ha extendido a 21 países. Al igual que en el caso de muchos agentes patógenos en el mundo, aún no existe ningún medicamento o vacuna contra el virus. Y es que hasta ahora esto no había sido urgentemente necesario. El zika no mata. Para los adultos, la infección es, por lo general, inofensiva. Apenas hace poco, durante la actual epidemia, los médicos se dieron cuenta de los peligros que alberga el virus: el hecho de que probablemente provoque serios daños cerebrales en los fetos.

Pese a ello, las personas todavía esperan que la industria farmacéutica se saque rápidamente una vacuna de la manga. Al parecer, muchos creen que los trabajadores de los consorcios farmacéuticos tienen habilidades telepáticas. No importa qué tipo de agente patógeno surja de la selva y se propague – los consorcios farmacéuticos deben tener preparada alguna vacuna.

Ser realistas. Una frase popular entre periodistas científicos es: “Todavía no existe una vacuna contra tal y tal cosa porque no le genera ninguna ganancia a la industria farmacéutica”. Por supuesto que es así. Quien espere otra cosa, es simplemente ingenuo.

Los consorcios farmacéuticos no son sociedades benéficas. Son empresas que quieren y deben ganar dinero para seguir existiendo. Aquellos que esperan que, por amor al prójimo, las empresas gasten un dineral en desarrollar una vacuna contra un germen patógeno que hasta ahora solo era conocido entre especialistas del trópico, son irrealistas.

Brigitte Osterath

La mayoría de las personas subestiman el trabajo que implica desarrollar una vacuna. No es algo que pueda hacer un solo científico. Además, los estudios clínicos son caros y laboriosos. El desarrollo de medicamentos también conlleva un alto riesgo empresarial.

Cuando se trata de empresas de otros sectores, muchas personas adoptan puntos de vista económicos. La industria del tabaco, por ejemplo, produce productos que crean adicciones y que provocan enfermedades, así como millones de muertes. Pese a ello, a la hora de discutir una prohibición del tabaco, tarde o temprano muchas personas a mi alrededor esgrimen el argumento de “los puestos de trabajo”. Lo mismo vale incluso para empresas que fabrican armas y municiones y que las venden a regiones en conflicto.

Tan solo a la industria farmacéutica se le prohíbe tener intereses económicos: eso simplemente no corresponde a las empresas que fabrican medicamentos.

El problema es otro. Eso no quiere decir que los consorcios farmacéuticos siempre hagan lo correcto. En mucha ocasiones he desaprobado su forma de proceder. Por ejemplo, cuando hace algunos años Novartis demandó a fabricantes indios por desarrollar genéricos baratos del medicamento anticancerígeno Glivec de Novartis. Menos mal que el consorcio perdió la batalla de patentes.

Desde luego muchas enfermedades tropicales son un problema desde hace décadas y han cobrado la vida de millones de personas. Por supuesto que también se deben desarrollar medicamentos y vacunas contra estas enfermedades. Además, está claro que los consorcios farmacéuticos ganan más de lo que deberían.

Pero no debemos olvidar el tipo de sistema económico bajo el que vivimos. Casi todos los consorcios farmacéuticos son sociedades anónimas. Son responsables ante sus accionistas. De ahí que el desarrollo de vacunas tenga que generar ganancias. Aquellos que responsabilizan a la industria farmacéutica de todos los males del mundo, se lo toman demasiado a la ligera.

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