¿Sirve ir al odontólogo cada seis meses?
Beatriz Goulao es estudiante de doctorado de ciencias aplicadas de la salud en la Universidad de Aberdeen, en Escocia. En su carrera como investigadora (también tiene una maestría en bioestadística y otra en epidemiología nutricional) ha ganado varios premios por indagar con profundidad sobre un asunto que suele ser examinado con poca frecuencia por la ciencia: la salud oral.
Hace poco, Goulao intentó resumir en un blog de la reconocida Colaboración Cochrane, que promueve la medicina basada en la evidencia, las últimas conclusiones a las que había llegado su grupo y el de la Colaboración tras hacer un exhaustivo análisis de una de las prácticas más populares en el mundo de la odontología: las frecuentes visitas al consultorio para realizar procedimientos de limpieza. Raspaje y pulido son las palabras usadas para referirse a la conocida profilaxis dental, que suele reducir los depósitos de placa y sarro en la superficie de los dientes.
Saltándonos los detalles técnicos de las investigaciones, los resultados se pueden sintetizar en una frase: no hay una evidencia contundente de que los chequeos dentales cada seis o doce meses son útiles para prevenir o evitar enfermedades en las encías y su sangrado, ni la gingivitis (inflamación de las encías), ni los depósitos de placa.
La revisión de Cochrane, que analizó estudios hechos a 1.711 pacientes que visitaban con periodicidad al odontólogo en el Reino Unido, lo resume en un párrafo un poco más técnico: “En los adultos sin periodontitis grave que tienen un acceso regular a la atención odontológica habitual, el tratamiento sistemático de raspaje y pulido logra poco o ningún cambio en la gingivitis, las profundidades de sondaje y la calidad de vida relacionada con la salud bucodental”.
En otras palabras, la frecuente recomendación de ir al odontólogo para realizarse una limpieza, una práctica rutinaria en muchos países, incluido Colombia, no tiene efectos contundentes, al menos con estas enfermedades.
Para llegar a esa conclusión, el grupo de Goulao recopiló datos sobre el sangrado de las encías y la presencia de sarro. Aunque muy pocos lo saben, el primero de estos fenómenos está asociado a enfermedades mucho más graves e incluso a la pérdida de dientes. Es una enfermedad silenciosa con serias consecuencias. Sin embargo, al seguirles la pista a quienes se hacían profilaxis cada seis y doce meses, tampoco encontraron que tuvieran unas encías más saludables que quienes no iban al consultorio.
¿Por qué, entonces, esa recomendación ha predominado por muchos años? La respuesta sencilla es que Pierre Fauchard, a quien se considera el padre de la odontología moderna, la impuso a mediados del siglo XVIII y desde entonces se convirtió en una piedra angular de esta rama de la medicina. Sin embargo, las razones de fondo tienen que ver, como lo escribe Goulao, con que muchos de los tratamientos de atención primaria en odontología se basan en evidencia débil. “En anécdotas”, apunta.
“Necesitamos evidencia de buena calidad para respaldar el tratamiento que recibimos en nuestras prácticas dentales (...) Se necesita más investigación sobre cómo prevenir la enfermedad de las encías (...) Esperamos contribuir para que eso suceda”, escribe en otro apartado de su publicación.
Otro hallazgo llamó la atención de la investigadora. Luego de hacer una encuesta a quienes iban a odontología, observaron un comportamiento extraño: los pacientes dan más importancia a la estética que a la salud. Es decir, prefieren pagar para que sus dientes se vean limpios y sanos que para evitar tener encías sangrantes.
Comentarios