¿Cómo diferenciar verdad de mentiras sobre las células madre?
En las instalaciones de la Secretaría de Salud de Bogotá, en el barrio Ricaurte, se esconde un lugar que uno no espera que exista en Colombia: el Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud,más conocido como Idcbis. Además de tener el único banco de sangre de cordón umbilical público en el país, el Instituto desarrolla investigaciones con células madre, una palabra con la que hemos sido bombardeados, pero de la que solemos entender muy poco.
Sin ir muy lejos, si uno sigue las novelas por televisión, es común ver un comercial de Teatrical, una crema para la piel publicitada por tres reconocidas actrices, quienes aseguran que es la única con “célula madre de una flor asiática”. También es posible que, años atrás, en redes sociales como Facebook, nos cruzáramos con la publicidad de Stem Tech, una serie de suplementos dietarios que decían apoyar “la liberación de células madre adultas desde la médula ósea”.
Además, si uno hace un rápido repaso a los últimos avances científicos, se encuentra con más de mil artículos sobre el potencial que tienen las células madre para tratar distintas enfermedades: desde la diabetes, las isquemias del corazón, la regeneración de cartílago, ciertas leucemias y hasta el Parkinson.
La verdad es que esta promesa se ha alimentado, a la par, de la evidencia científica y los engaños comerciales. Tanto así que en el 2017, el Invima y la Superintendencia de Sociedades suspendieron el Stem Tech.
Aunque la primera vez que se habló del potencial de estas células fue hace unos 20 años, según cálculos de los Institutos Nacionales de Salud (NHS) de EE. UU. , para 2018 ya se habían gastado casi 1.43 miles de millones de dólares en 400 líneas de investigación distintas. Esto sin incluir las cuentas de Japón, que ahora lidera el campo, y las de Europa. Entonces, ¿por qué tanto alboroto con las células madre? ¿Por qué verlas como una panacea?
Al médico Ricardo Peña, doctor en Farmacología Molecular y profesor de la Universidad de los Andes, le gusta explicarlo con una sencilla metáfora. Las células madre tienen dos características que las hacen muy atractivas: se pueden replicar mucho y, potencialmente, se pueden convertir en cualquier tipo de célula. “Es como cuando entras al jardín infantil. Eres un niño con muchísima energía que, además, puede convertirse en cualquier cosa: abogado, astronauta, artista. Pero luego vas al colegio y te gustan más las matemáticas y, después, en la universidad, estudias alguna ingeniería. Te especializas y es muy difícil, sino imposible, regresar a ser ese niño”. Las células madres son entonces como niños llenos de energía para replicarse y con el potencial para serlo todo lo que quieran.
Precisamente, estas características son las razones por las cuales las células madre son promocionadas para curar prácticamente todo. Lo primero que aclara Ana María Perdomo Arciniegas, doctora en Ciencias Biomédicas de la Universidad Nacional, líder del banco del Icdbis e investigadora para el mejoramiento del trasplante de células, es que no todas las células madres son iguales, ni tienen las mismas capacidades. Tampoco todas provienen de los mismos tejidos o son extraídas de las mismas zonas del cuerpo. Y aunque la ciencia sabe mucho sobre cómo y por qué funcionan, aún hay muchos interrogantes por descifrar.
Una revolución que no termina de llegar
Las células madre –comenta– se pueden clasificar por tipo: totipotentes, multipotentes y pluripotentes. Estas palabras describen qué tan poco especializada está cada célula y, por ende, su capacidad mayor o menor para convertirse en una célula de distintos tejidos. Para continuar con la metáfora del doctor Peña, se podría decir que es una forma de clasificar a los niños del jardín: unos están en guardería, otros en preescolar y unos en el kínder.
Las totipotentes y pluripotentes son células madres fetales. Lo que implica que, para utilizarlas, habría que hacer inviable el nacimiento de un feto, lo que representa un dilema ético para la investigación científica. Pero las multipotentes son células que pueden tomarse del cordón umbilical o del líquido amniótico cuando nace un bebé, o incluso, extraerse de personas adultas. Por esto son las que más han despertado la ambición de la ciencia.
Entre la baraja de opciones, las que más han ganado fama son las células madre hematopoyéticas; es decir, las que están en nuestra sangre. Tanto así que hay más de 964.000 publicaciones científicas sobre este tipo de células en Google Scholar. “Hace más de 50 años el trasplante de médula ósea se convirtió en el procedimiento estándar para tratar problemas como la leucemia, los linfomas y otros trastornos sanguíneos”, explica en su página la International Society for Stem Cell Research (ISSCR). Perdomo cree que cerca de 80 enfermedades se pueden tratar de esta forma.
Pero no son las únicas en la competencia. También están las células madre mesenquimales y las células madre neuronales. Las primeras tienen el potencial de convertirse en células de hueso, cartílago, grasa y regular el sistema inmune. Se pueden extraer de distintas partes, como la misma médula ósea o la grasa de nuestro cuerpo. Las segundas podrían, en teoría, regenerar daños en el sistema nervioso central y por ejemplo, lograr devolverle la movilidad a una persona con heridas irreparables en la médula espinal. Pero es aquí donde la investigación está menos avanzada.
A ojos de Perdomo, así como para la (ISSCR), aún hay mucho por recorrer en estos dos campos. Y es en esta confusión entre “la teoría” de lo que serían capaz de hacer estas células y lo que se ha comprobado que pueden hacer, donde se ha abierto una gigante puerta para el engaño.
Huesos que nacen en los ojos
En marzo de 2017, The New England Journal of Medicine publicó un artículo bastante inusual. Se trataba de una mezcla entre un llamado de alerta y un estudio de caso. A las manos de distintos médicos oftalmólogos habían llegado tres pacientes que relataban exactamente la misma historia: acudieron a una clínica estadounidense de células madre para tratarse la degeneración macular, un deterioro que se da en la retina del ojo y que determina la precisión con la que vemos. A todos se les inyectaron células madre en los ojos que fueron extraídas de su propia grasa con la promesa de que serían capaces de regenerarles la visión.
Pero los efectos fueron opuestos. La vista de los pacientes empeoró, tuvieron desprendimiento de retina, hemorragias y al año después de recibir la inyección, los tres habían perdido la capacidad de percibir la luz. La historia recordaba el caso que fue reportado por Scientific American en 2012.
Una mujer cercana a los 60 años que vivía en Los Ángeles (EE. UU.) fue a una clínica estética de Beverly Hills para hacerse una liposucción y retoques en su cara. Tres meses después casi no podía abrir los ojos. Estaban inflamados y decía escuchar un incómodo “clic” cada vez que parpadeaba. Al examinarla, otro equipo de médicos encontró algo insólito. Había pequeños trozos de hueso en sus párpados y alrededor del ojo. ¿Por qué? Los estéticos que le hicieron la liposucción aprovecharon para sacar de su grasa células madre mesenquimales (las mismas que se pueden modular para generar hueso o cartílago), y en una especie de “dos por uno” se las inyectaron cerca a sus ojos para rejuvenecer sus párpados.
La promesa de las células madre, por estar cercanas a la ficción de la eterna juventud y una vida infinita, también han servido de excusa para que aparezcan un sinfín de tratamientos que están lejos de estar aprobados. En EE. UU. las clínicas que ofrecen tratamientos con células madre han proliferado a tal punto que ni la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha sabido muy bien cómo ponerle freno.
En diciembre de 2018 la FDA le escribió una carta a 20 de estas clínicas recordándoles que debían estar reguladas bajo sus lineamientos y que se contactaran con ellos antes de noviembre de 2020. Ese año, decían los documentos, la Agencia empezaría a tomar medidas más fuertes contra quienes no cumplieran los parámetros. Muchas clínicas, sin embargo, les respondieron que ellos solo inyectan células madre extraídas del mismo paciente por lo que no necesitan regulación alguna. Dicen que no se trata de ningún medicamento.
Por esto para la doctora Perdomo, una de las razones por las que actualmente existen más estafas que tratamientos reales es la falta de regulación, tanto en EE. UU. como en Colombia. La ciencia, como la tecnología, suele ir varios pasos delante de la ley y esos vacíos a veces se traducen en falsas promesas para los pacientes.
En Colombia, según respondió el Ministerio de Salud a El Espectador, el único tratamiento con células madres que está aprobado son “los Trasplantes de Precursores Hematopoyéticos que se realizan con células madre de sangre de cordón umbilical, médula ósea y sangre periférica para el tratamiento de discrasias sanguíneas o inmunodeficiencias primarias”. De ahí para adelante, todo tiene tintes de ensayo y error.
En la orilla de experimentación con células madre
En el cuarto piso del edificio Altos del Bosque, al norte de Bogotá, se encuentran las instalaciones del Cell Regeration Medical Organization, liderado en Colombia por el doctor Felipe Torres. A diferencia del Icdbis, lo que se hace dentro de esas paredes está más cercano a la línea de lo experimental, pero como Torres lo aclara, “basado en evidencia previa”.
El centro ofrece lo que ellos llaman una “mezcla de tres conceptos”: terapia celular, regenerativa y medicina trasnacional, en las que muchas veces se trabaja con células madre. En pocas palabras, hacen alianzas con laboratorios y centros de investigación internacionales y, de alguna manera, replicar procedimientos que han sido exitosos.
Torres, por ejemplo, ya está tratando pacientes con Parkinson con células madre. Pero siempre les explica que se trata de procedimientos experimentales, “off label”, “no aprobados, pero con investigaciones exitosas en otros países”.
“En Colombia mientras el tratamiento no sea parte del Plan de Beneficios es considerado experimental o no aprobado. Elegimos pacientes que no estén dando respuesta a otros tratamientos y les explicamos que esta terapia tiene una evidencia mínima o internacional”, comenta.
Aclara, también, que a diferencia de lo que sucede con otros fármacos, la evidencia más fuerte que suelen tener los tratamientos a la vanguardia con células madre son los estudios de caso o casos clínicos. ¿A qué se refiere? Mientras para probar la eficiencia de una droga para el dolor de cabeza, como el acetaminofén, se usan poblaciones de hasta mil personas, para las patologías que Torres trabaja, y para las que se utilizan las células madre, la cosa es distinta. “Muchos de los pacientes vienen con enfermedades huérfanas, grupos que no representan ni el 6 % de la población mundial, así que hacer estudios clínicos amplios es muy difícil”, comenta. “A veces no hay investigaciones grandes que digan si funciona, pero sí se vienen evidenciando mejorías en la calidad de vida, y cuando el paciente no tiene más que hacer, es una posibilidad grande”.
En lo que sí están de acuerdo tanto Torres como Perdomo es en que las células madres están “vivas” y no pueden ir simplemente empacadas en una crema. Es absurdo que se promocionen de esta manera y que se publiciten tratamientos sin la más mínima evidencia científica.
Ante la avalancha de información que existe sobre células madre, la (ISSCR) publicó una sencilla guía para saber qué esperar cuándo le ofrecen una de estas terapias. Un resumen muy básico es el siguiente: las células madre de la sangre son una terapia regular para varios desórdenes sanguíneos, mientras que “algunas enfermedades o lesiones óseas, cutáneas y corneales pueden tratarse mediante injertos de tejidos derivados o mantenidos por células madre”.
En el siguiente escalafón de la investigación están las células madre mesenquimales, que “aunque prometedoras, todavía están en etapa de experimentación muy temprana”. Al igual que lo explicó la doctora Perdomo, la ISSCM advierte que los retos son muchos. No sólo se trata de inyectar una célula, sino de encontrar la forma de indicarle cómo ir a cierto tejido, que se desarrolle en retina y no en un hueso, o lograr que el cuerpo no la rechace. Por ahora, estamos lejos de que las células madre sean el elixir de la vida.
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