Bioética y biopolítica
Aparecieron diversos textos en la prensa internacional que dan cuenta de que la farmacéutica Pfizer ha reconocido que uno de sus medicamentos contra la artritis reumatoide reduce el riesgo de padecer enfermedad de Alzheimer, quizá en un 64%, pero ocultaron los hallazgos a la comunidad médica y científica.
El nombre del fármaco es Enbrel. Según The Washington Post, los investigadores del laboratorio encontraron los efectos benéficos del medicamento en el año 2015, pero se negaron a documentarlo en extenso mediante un ensayo clínico. Los hallazgos científicos también sugieren una seguridad razonable del fármaco de tal manera que se podía haber llevado a cabo sin muchas dificultades, pero los directivos de la empresa señalaron que no se llevó a cabo la investigación “debido a un ejercicio de reasignación de gastos para enfocarnos a las áreas en las que nuestra cartera de productos y nuestra pericia son más fuertes”. Adicionalmente, decidieron no publicar los hallazgos que hacen pensar en el efecto señalado alegando que no estaban seguros, y por lo tanto, podría haber conducido a la comunidad científica hacia un camino equivocado.
Frente a los hechos, la comunidad internacional ha condenado abiertamente la actitud de la empresa, y tanto los hechos como las explicaciones absurdas que han hecho públicas traducen de forma evidente lo que hay detrás de sus decisiones y es, exclusivamente, el deseo de generar dividendos, aun a costa de la salud de la población.
Ocultar los hallazgos les impidió a grupos de farmacólogos, a lo largo y ancho del orbe, probar y demostrar los efectos para prevenir la terrible y destructiva enfermedad y en estos cuatro años, sin lugar a dudas tendríamos ya un medicamento con esas bondades. Pero eso era por completo opuesto a sus esquemas de negocios, es decir, son los dueños de las evidencias científicas y se sienten con el derecho absoluto para ocultar esa información hasta el momento en el que se encuentren en posibilidad de hacer un jugoso negocio a costa de la integridad y la vida de quienes padecerán la enfermedad mientras ellos se preparan.
Al margen de que quizá no existan legislaciones que permitan castigarlos, pongo en evidencia los valores subyacentes en esas corporaciones que son claramente opuestos a lo que presumen. La industria farmacéutica invariablemente afirma estar del lado de la salud de la gente como bandera ética que les permite legitimar su deseo por hacer simultáneamente un buen negocio, pero por supuesto en el fondo hay una contradicción que se resuelve solo a favor de los intereses corporativos y de generación de enormes ganancias.
Casos como éste lo ponen en evidencia y nos conducen a pensar que seguimos cada día más en riesgo inminente por la aparición más frecuente de bacterias multirresistentes contra las cuales la industria sigue sin invertir. Requerimos, como sociedad occidental moderna, de políticos que entiendan los problemas y propongan salidas razonables y razonadas frente a dilemas tan graves como el de marras. Ojalá se interesen.
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