El condón del futuro se hace esperar

Martes, 14/02/2017

Tras 50 años sin novedades en su producción, diseñadores, científicos y sexólogos exploran nuevos materiales y estrategias para mejorar este producto y potenciar su uso.

Sinc. A la mujer del rey Minos de Creta no le hacía ninguna gracia lo que se decía del semen de su marido: que contenía escorpiones y serpientes. Para protegerse, Pasífae utilizó el primer condón de la mitología, que también sería de los primeros de la historia: una vejiga de cabra. Desde entonces la población se ha cuidado de las infecciones venéreas y los embarazos no deseados como ha podido. Con intestinos de animales, cuero, papel de seda lubricado en aceite o vainas hechas de caparazón de tortuga.

A pesar de todas estas variantes, algo no ha cambiado desde el principio de los tiempos: a la gente no le gusta usar condón. “Su utilización no es ni mucho menos la deseada. No hay más que ver como la incidencia de enfermedades de transmisión sexual aumenta de manera continua”, argumenta Francisca Molero, sexóloga y vicepresidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS).

Aunque los condones masculinos son baratos, fáciles de fabricar y distribuir, su uso está asociado a varios hándicaps como la pérdida de sensibilidad, que no siempre es fácil colocarlos o hasta la falsa sospecha de que disminuyen la erección masculina. Desde que se domesticó el látex en el año 1920, el preservativo ha visto pocas mejoras tecnológicas. “¿Colores, sabores y piquitos con relieve? ¡Eso ya lo teníamos en los centros de planificación familiar a principios de los años 80!”, exclama Molero.

En el año 2013, la Fundación Bill y Melinda Gates lanzó una propuesta en el marco de su programa de innovación Grand Challenges in Global Health para resolver problemas de salud y desarrollo a nivel mundial: había que reinventar el condón. “Buscamos una nueva generación de preservativos que sea capaz de preservar o hasta incrementar el placer, de manera que su uso aumente y se estabilice”, anunciaba la fundación. Más de 800 proyectos optaron a una primera fase dotada con US$ 100.000. De ellos, fueron escogidos 24 y de estos tan solo dos pasaron a una segunda fase, premiada con un US$ 1 millón.

Nuevos materiales, nuevas sensaciones
Lakshminarayanan Ragupathy, investigador de la compañía india HLL Lifecare Ltd, quiere incorporar grafeno a los condones de látex. La promesa es que este material de tan solo un átomo de espesor “incrementará las propiedades mecánicas y de conductividad térmica del preservativo, lo que permitirá reducir su grosor y aumentar el placer”, asegura Ragupathy a Sinc por teléfono. Su proyecto también contempla añadir al condón fármacos como espermicidas o microbicidas para mejorar la protección ante enfermedades de transmisión sexual.

En una primera fase, el equipo de Ragupathy elaboró un prototipo que testó en el laboratorio y cuyos resultados convencieron a la Fundación Bill y Melinda Gates para financiar el escalado de su producción. “Debemos pasar del manejo de unos pocos litros de producto a los miles que son necesarios para producir millones de preservativos”, explica el investigador. Al escalado le seguirán los ensayos clínicos en África e India. “En un par de años o tres, el condón de grafeno saldrá al mercado”, estima Ragupathy.

El investigador principal del otro proyecto que ha merecido la subvención de US$ 1 millón es Ron Frezieres, director del centro Essential Access Health, en California (EE UU). Su objetivo es desarrollar un preservativo de polietileno que se adhiera al pene en vez de apretarlo. “Este material es transparente, inodoro e hipoalergénico, cinco veces más delgado que el látex y significativamente más fuerte, por lo que esperamos que su aceptación sea mayor”, explica Frezieres a Sinc.

Según el investigador, el condón se podrá colocar de una manera más rápida y fácil que la habitual, pues tendrá un sistema especialmente diseñado para ello. Además, el envoltorio también mejorará. “Tendrá el tamaño de una tarjeta de crédito y se podrá customizar en un combo de tres que podrá llevarse de manera segura y cómoda en una cartera”, explica Frezieres. Durante este año se llevarán a cabo todas las pruebas clínicas y de laboratorio necesarias para que la agencia estadounidense que regula los medicamentos y la alimentación (FDA, por sus siglas en inglés) apruebe la comercialización del producto.


Un largo camino hasta el final feliz
Las propuestas subvencionadas en un primer momento por la iniciativa de Bill y Melinda Gates contemplaban sistemas de colocación variopintos y gran diversidad de materiales, como colágeno y polímeros. Una de las ideas más revolucionarias fue la de Mahua Choudhury, investigadora del Centro de Salud A&M de Texas (EE UU), cuyo objetivo era desarrollar un preservativo basado en hidrogel.

“El producto no llega a ser líquido, pero contiene una gran cantidad de agua que lo convierte en un gel muy fino –asegura a Sinc la investigadora–. Además contiene antioxidantes que previenen la entrada del VIH, bloquean su replicación y mejoran la experiencia sexual mediante la estimulación nerviosa”.

Choudhury, como la mayoría de los autores del resto de propuestas, busca ahora financiación externa para continuar con el desarrollo de sus productos y superar las extensas y estrictas regulaciones de la FDA.

“Está claro que esta agencia debe proteger al público de los daños colaterales que puedan derivarse de nuevos fármacos o formulaciones, pero vivimos en un mundo donde las epidemias no entienden de regulaciones –declara Ben Strutt, de la empresa Cambridge Design Partnership–. En situaciones de emergencia como en la epidemia de ébola o el virus del Zika se han agilizado ciertos procesos. En el caso de los preservativos se salvarían muchas vidas si también fuera así”.

La iniciativa de Strutt también recibió financiación de la Fundación Bill y Melinda Gates. Su proyecto buscaba una mejora tecnológica del preservativo, pero en cuanto viajaron a Lesoto, en África, donde pretendían aplicarlo, se dieron cuenta de que “un cambio de este tipo no iba a solucionar el problema”, explica por teleconferencia.

“Entre los hombres de Lesoto existe un dicho: ‘No puedes disfrutar de un caramelo si está envuelto’ –dice Strutt –. Esa es su actitud respecto al condón”. A este reto se le suma una sociedad muy machista donde la planificación familiar es inusual, una educación católica y ciertos problemas prácticos. “Los preservativos son muy fáciles de robar, por lo que en las farmacias están detrás del mostrador. Esto implica que su compra se convierte en algo embarazoso, no es como en las sociedades occidentales donde puedes entrar en el supermercado, comparar los distintos tipos y llevarte el que más te interese”, explica.

Para Strutt, estrategias como la distribución gratuita de condones tienen buena intención, pero no son la panacea. “La sociedad subsahariana está llena de mitos y rumores que debemos conocer si queremos que la gente use el preservativo que le damos”, asegura.

El uso del profiláctico se enfrenta a creencias peligrosas: que los distribuidos por las ONG están impregnados de VIH, que las relaciones sexuales con una virgen curan el sida, o que no usar el condón es la manera de demostrar que se quiere evolucionar de una relación informal a una estable. “Para nosotros, que disponemos de información y herramientas como internet, algunas de estas creencias nos parecen una locura, pero es a lo que nos enfrentamos”, comenta Strutt.

El proyecto tecnológico inicial del Cambridge Design Partnership se metamorfoseó en el diseño de una serie de prototipos que tienen en cuenta desde la venta del preservativo a la información que debe llevar, pasando por cómo ponérselo en la oscuridad y una talla que se adapte a cualquier medida. Tras la financiación de la Fundación Bill y Melinda Gates, Strutt busca socios para su fabricación. “Estos pequeños cambios pueden marcar una diferencia a nivel mundial en pocos años, y además se pueden aplicar a cualquier material del que esté hecho el preservativo”, asegura.


El placer de transgredir

Para Francisca Valero, las iniciativas tecnológicas que buscan mejorar el preservativo son muy necesarias y le dan a este producto un valor añadido, pero, en la línea de los diseñadores de Cambridge, opina que hay que ir más allá. “La educación sexual que tenemos se basa en la prevención de riesgos, por lo que dejamos de usar el preservativo cuando perdemos el miedo –reflexiona Valero–. Para conseguir un cambio real de actitud debemos percibir un beneficio, y el uso del condón está asociado a un concepto de pérdida”.

Tras esta idea del condón como beneficio, educadores sexuales, medios de comunicación y empresas llevan años potenciando el aspecto lúdico del preservativo. “Hemos intentado incorporarlo a la relación sexual como un juego, pero esta estrategia no está dando el resultado deseado. Quizás es porque aún no hemos entendido que el preservativo se usa con otra persona y lo que ello implica”, especifica la sexóloga.

En este sentido Valero apuesta, entre otras medidas, por una educación más temprana de los adolescentes y por fomentar la corresponsabilidad. “La primera vez que estás con alguien sientes mucha inseguridad, solo falta que no controles el condón y su técnica”, comenta la experta.

Además, según Valero, la sociedad actual todavía se rige por ideas preconcebidas y estereotipos. “Muchas veces el chico o la chica lo llevan, pero no se atreven a sacarlo por temor a lo que el otro piense –explica la sexóloga–. No solo tenemos muy interiorizada la relación entre transgresión y placer, sino que, además, parece que todo lo que sea espontáneo es estupendo y que lo planeado disminuye el disfrute. ¡Qué gran mentira! Cuando algo te interesa no lo dejas al azar, sino que te preocupas por que salga bien”.

‘Coitus interruptus’ para el condón femenino

Uno de los objetivos en la búsqueda de la nueva generación de condones de Bill y Melinda Gates era potenciar el condón femenino, pero ninguno de los proyectos que se presentaron pasó a la segunda fase de financiación. Pese a que los primeros preservativos de la historia, como el de Pasifae, fueran de este tipo, este producto se enfrenta hoy a grandes hándicaps. “Es una buena opción para empoderar a las mujeres, pero el principal inconveniente es su elevado precio, en especial en los países en vías de desarrollo”, comenta Ben Strutt. Además, su distribución es escasa y su colocación más complicada que la versión masculina.

El primer modelo de condón femenino vio la luz a principios de los años 90. El FC1, de la Female Health Company, era de poliuretano, y la segunda generación, el FC2, es de nitrilo y está en los mercados desde el año 2009. “Aunque protege igual o mejor que el masculino, en su momento no fue bien recibido y debemos hacer autocrítica, admite Valero. A los propios profesionales nos pareció caro, engorroso, ruidoso y visualmente poco atractivo. Ahora creo que es una alternativa muy interesante que se ha tratado de manera injusta”.

Comentarios