Cannabis: ¿la planta milagrosa?
Aunque por mucho tiempo el cannabis ha sido estigmatizado en su uso medicinal, actualmente, es considerado por muchos pacientes que sufren complejas dolencias una buena alternativa para sus tratamientos. Esta planta, de la que se obtienen sustancias psicotrópicas, como la marihuana y el hachís, ha sido objeto de investigación por más de 50 años por el científico israelí Ralph Mechoulam, quien aisló por primera vez la molécula THC, la principal sustancia responsable de los efectos de la marihuana.
“Pero aún hay mucho por estudiar a nivel científico molecular”, comenta el Dr. Iván Cattebeke, traumatólogo, con un posgrado en terapéutica en adicciones. “A nivel práctico ya ha llegado el momento en el que se debe empezar a usar debidamente, aunque el miedo está latente, porque se ve a chicos o adolescentes fumando la marihuana, y se la asocia a la adicción y delincuencia. Pero fumar la marihuana no sirve para fines terapéuticos. Cuando se fuman las flores del cannabis, se mata una gran cantidad de componentes —sustancias activas que, al ingresar al cuerpo, realizan una acción—. Lo que sobresale, se transforma y se activa es el tetrahidrocannabinol (THC), uno de sus componentes, el delta 9, que fue el primero en ser hallado. Descubrir cada componente y ver en qué parte del cuerpo está realizando una acción cuesta millones de dólares”, subraya.
El profesional destaca que, siendo el Paraguay el tercer mayor productor de cannabis del planeta, es una pena que no esté liberado para uso medicinal, sino solamente para el negocio, porque rinde en la narcopolítica. “La planta es un milagro. Asociada desde los tiempos bíblicos y mucho antes al aceite de unción, que era una mezcla del aceite de oliva con el de cannabis, ya era perseguida por los médicos de los pueblos, porque brindaba muchos beneficios, alivio, y no es negocio algo que cure a todos”.
Según el Dr. Cattebeke, el futuro está en la fitoterapia —uso de productos de origen vegetal para la prevención, curación o alivio de una amplia variedad de síntomas y enfermedades— y no en las pastillas. “En muchos casos de epilepsia refractaria, si no están muy deteriorados, les cura. Además, es mucho más barato de producir. No se necesita un claustro especial. Hasta en la cocina del hogar se puede producir fitoterápicos, como era antes. Acá se puede hacer algo de calidad”, subraya.
Sin embargo, resalta que cada región, cada tierra es diferente. Tiene una configuración molecular distinta, porque el cannabis tiene varias sepas diferentes y difiere de la tierra en la que se cultiva. “Por eso, el aceite comenzó a producirse. Era la forma más fácil de transportar el extracto de la planta por años. Porque la planta, al secarse, va perdiendo sus componentes, que son como alcoholes”, detalla.
Justamente, de sus derivados medicinales, el aceite de cannabis es una de las alternativas más utilizadas actualmente para el tratamiento de numerosas dolencias, entre ellas, la epilepsia refractaria —aquella que no responde a los medicamentos—.
Justamente, de sus derivados medicinales, el aceite de cannabis es una de las alternativas más utilizadas actualmente para el tratamiento de numerosas dolencias, entre ellas, la epilepsia refractaria —aquella que no responde a los medicamentos—. El uso del aceite de cannabis se hizo famoso luego de que se hiciera público el caso de la pequeña norteamericana Charlotte Figi, quien padece epilepsia refractaria y, luego del consumo del aceite, logró una gran mejoría que no conseguía con los tratamientos tradicionales.
En nuestro país existen asociaciones de padres de niños con epilepsia refractaria que están recurriendo al tratamiento. Entre ellas está Cannabis Medicinal Paraguay (Camedpar), una asociación compuesta por 100 familias que cuentan con niños que padecen epilepsia refractaria y han encontrado en este producto un ostensible alivio para ellos.
Marcos Riveros —junto con su esposa, Myrian Pompa, llevan adelante Camedpar— refiere que, en la actualidad, el obstáculo principal por el que están atravesando es el alto costo del aceite. “Hace ocho meses que le estamos dando el aceite a nuestra hija. Actualmente, somos 18 familias las que importamos el producto de los Estados Unidos”, comenta.
La Camedpar importa el aceite con un permiso especial del Ministerio de Salud y la Dirección Nacional de Vigilancia Sanitaria (Dinavisa). El ingreso del aceite medicinal es para uso compasivo. “Sería como un último recurso para los pacientes. Esto es cuando los medicamentos no funcionan, como es el caso de mi hija. Entonces, viene bajo ese nombre”, explica Riveros.
Su hija consumía 15 medicamentos y no surtían efecto. En estos casos, el aceite se puede traer de forma legal de los EE. UU. Una vez obtenido el permiso, el proceso de importación no es complicado. El precio de cada botellita asciende a G. 1.800.000, aproximadamente. Cada una cuesta unos US$ 240 más US$ 35 por los gastos de envío.
También hay otros grupos, como Fundación Gaya Paraguay y Mamá Cultiva Paraguay, con niños que padecen de epilepsia refractaria que hacen y enseñan de manera gratuita a preparar el aceite de forma casera y con un costo mucho menor. Pero hasta el momento no cuentan con el permiso legal, porque en nuestro país el autocultivo del cannabis, incluso para uso medicinal, sigue siendo una actividad ilegal. Estas asociaciones están luchando para obtener el permiso legal correspondiente.
Según Riveros, a diferencia de estos grupos que preparan el aceite de manera artesanal, ellos prefieren exportar el producto, porque la marihuana de nuestro país tiene un alto contenido de THC y, además de ser adictivo, puede aumentar las convulsiones en algunos casos de epilepsia. “Debe tener la dosis exacta para cada patología”, subraya.
Riveros cuenta que luego del consumo del aceite, por tratarse de un neuromodulador, desde agosto del 2016, su hija de 13 años tiene un 90 % menos de convulsiones. “Antes tenía crisis todos los días. Ahora (al momento de redacción de la nota) hace ocho días que no tenemos ningún episodio. Y si llega a suceder, es de corta duración”. Camedpar se reunió con el ministro de Salud para ver la forma de obtener apoyo del Estado para ayudar en los costos. Una de las propuestas es la posibilidad de que los laboratorios paraguayos produzcan el aceite en nuestro país. “En ese caso, nos ahorraríamos los gastos y el tiempo de envío”, asegura.
Importación legal
El Dr. Miguel Velázquez, coordinador médico del Sistema Nacional de Telemedicina del Ministerio de Salud, refiere que el ministro de esa cartera, el Dr. Antonio Barrios, luego de la reunión con los padres de Camedpar, allanó todos los caminos para que del uso compasivo se pase a la importación del producto, ya sea manufacturado o el precursor, porque la materia prima con la que se cuenta en nuestro país no es la indicada. “Ahora, se está esperando la respuesta del sector privado; la gente de la Cámara de la Industria Farmacéutica (Cifarma) ya se comprometió y están hablando con los productores de otros países”.
El coordinador explica que la importación ya queda a cargo de las farmacéuticas, dado que los representantes del ministerio hablaron con la gente de Aduanas, inclusive, para que todo se agilice. “Hubo una mesa de trabajo, semanas atrás, con representantes de la Unidad Especializada de Lucha contra el Narcotráfico, Secretaría Nacional Antidrogas, Camedpar, Departamento Jurídico del Ministerio de Salud, Dinavisa; el Dr. Manuel Fresco, por la parte de adicciones, y yo, como coordinador de mesa”.
Consumo
El Dr. Cattebeke insiste en que la mejor forma de consumir el cannabis es como hacen los israelitas: en su cereal; incluir medio capullo en el yogur de los ancianos. “Es asombroso cómo su cerebro comienza a activarse nuevamente”, señala. Pero hay que tener muchas plantas, porque con el aceite también se pierden muchos elementos. Asegura que la mejor forma de consumirla es cruda, para que el cannabis resulte en su uso medicinal. Su consumo no debe remitirse solo al aceite u otros derivados, sino a la planta completa. “Incluso, si el aceite se hace mal o el equipo no es el adecuado, a temperaturas de más de 60ºC, se quema y se pierden los componentes”.
Asegura que, de ser posible, tiene que ser absorbida directamente; machacar la planta y tomar el zumo natural.
Dolencias
La lista de enfermedades que pueden ser tratadas con el cannabis es extensa. Además de mejoras ostensibles en la epilepsia refractaria, también ayuda en el tratamiento contra el Párkinson, Alzhéimer, diabetes, hipertensión, autismo, trastornos del desarrollo y atención, artritis, artrosis, fibromialgia, entre muchas otras patologías.
“Pero tenemos miedo de caer en la demagogia. Dejamos que la gente vaya investigando”, subraya Cattebeke. Hace un año, lo que hicieron fue tomar, concretamente, dos pacientes con epilepsia refractaria, administrarle el aceite de cannabis, hacerle un seguimiento y publicar el trabajo en Alames, el simposio de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social. “El encuentro se hizo en Asunción y obtuvimos la mención de ‘Destacado’. Todavía no se puede hablar de resultado final, pero sí de una evolución positiva. Aunque las dos criaturas no estaban en el mismo estado; una estaba más deteriorada que la otra. Luego de cinco años se ven los resultados”, resalta.
¿Adictivas?
Es innegable que el consumo de la planta de cannabis produce adicción. Pero en personas con deterioros sensoriales e, inclusive, mentales, con las cuales se ha probado todo tipo de tratamiento y no logran estar bien, humanitariamente ya debió haberse liberado hace mucho. “Si se compara, la mayoría de los medicamentos son muy adictivos también y no se logra el bienestar que brinda el cannabis. Pero no se quiere ver la realidad”, argumenta el Dr. Cattebeke.
Efectos colaterales
Al inicio del tratamiento con la planta —no así el aceite—, cuando se pasa la dosis, el paciente epiléptico se siente un poco volado, pero con el correr del tiempo se va ajustando la dosis. “Son solo momentos, lapso, a veces. Pero el que ya lleva tiempo con el tratamiento hasta puede manejar maquinarias pesadas, lo cual no pasa con otros medicamentos que sí le restan sensibilidad”, explica el galeno.
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