Así es el trabajo en el hospital Larco Herrera de Perú

Jueves, 11/01/2018
Un técnico de enfermería de la institución relata desde dentro cómo funciona y ha cambiado la institución.
Andina

Enrique Sánchez Torres es técnico de enfermería y trabaja en el hospital Víctor Larco Herrera hace más de tres décadas. Cuida a adultos mayores que padecen enfermedades mentales y fueron abandonados por sus familias. Hoy es testigo de los cambios en el nosocomio, pionero en la atención de la salud mental en el país.

Este servidor público estudió en la entonces Gran Unidad Escolar Nicolás de Piérola, y ser un profesional de la salud mental no era parte de su plan de vida. Trabajó como operario en empresas privadas al terminar el colegio, pero por consejo de su madre postuló al hospital Víctor Larco Herrera para vivir otras experiencias laborales. Era 1984, y después de un año, a punto de renunciar, su progenitora le pidió tener paciencia. La oyó. Hoy asiste a enfermos mentales con mucho cuidado y amor.

Desde hace 12 años labora en la Unidad de Cuidados Especiales (UCE), un área del hospital que recibe a adultos mayores que tienen esquizofrenia senil y están abandonados por sus familias. Casi el 90% de ellos está en esa situación, cuenta.

Al lado de otros colegas, vela por el cuidado personal de sus pacientes: aseo, alimentación, cambio de ropa, corte de cabello y hasta paseos para animarlos, pues los amplios jardines y huertos que tiene el nosocomio sirven para alegrarlos y se olviden de las dolencias propias de su edad.

“Son personas que necesitan de uno, muchos tienen alzheimer, se olvidan las cosas, no se comunican o tienen muchas necesidades de atención y afecto. Son los que morirán acá porque en su mayoría no tienen familia. Por el deterioro de su salud, su enfermedad se agudiza”, comenta. 

Testigo de cambios  

El hospital Víctor Larco Herrera conmemora este año su centenario, de los cuales don Enrique comparte 32, exactamente. Recuerda un episodio del pasado, la crisis durante los años 80, pues le mostró en su juventud que por falta de presupuesto los pacientes no recibían buena atención ni medicamentos ni contaban con buena infraestructura.

“No había política de salud mental, y no teníamos recursos. Por poco abandono el trabajo, pero mi madre, que también fue técnica de enfermería en este hospital, me enseñó a sobrellevar el día a día, a sacar lo mejor de cada experiencia y esperar que los pacientes me conocieran y respetaran”, evoca.

Antes de dedicarse a los adultos mayores esquizofrénicos, su trabajo asistencial lo desarrolló en diferentes áreas y tipos de pacientes. Laboró en el área de emergencia, con pacientes que tenían problemas de adicciones o de salud mental con cuadros de tuberculosis. 

“Cada paciente tiene su peculiaridad, y gracias a ellos me humanicé, me volví más sensible y humilde. A mis 58 años, soy consciente de que soy parte de una cadena de atención al servicio de personas que tienen problemas de salud mental”.

Profesionales de primera

Este especialista, hijo tercero de padres arequipeños, tiene don de gente. Reconoce que parte de las mejoras del hospital es tener consultorios externos, inclusive para niñas, niños y adolescentes, y un staff de profesionales que resuelve casos complejos.

“Quiero que la gente sepa que nuestro hospital es una institución especializada en salud mental, a la que llegan cada vez más personas que buscan ayuda para entender sus sentimientos. No es un manicomio. Es un lugar con un campo clínico de comprobada ayuda para ellas y los técnicos somos quienes tenemos el primer contacto emocional”. 

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