Perú: Clowns se abren paso en el Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja

Jueves, 24/08/2017
La presencia de estos personajes en la institución es parte de la idea de humanizar la atención.
Andina

La presencia de payasos o “clowns" en los hospitales permite mejorar la recuperación de los pacientes. Es parte de lo que se denomina “humanizar la atención”. El Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja (INSN-SB) tiene una apuesta por el arte para mejorar la calidad de vida de sus "pacientitos".

Toc, toc. “Hola, ¿podemos entrar?”, preguntan sonrientes el “Doctor Pipe” y la “doctora Pésima” antes de dar un paso dentro de la habitación, quinto piso, al fondo del pasillo, pasando la estación de enfermeras. Un Josecito empijamado dice sí. Se emociona. Conoce a estos señores de la nariz roja. Sabe que son garantía de diversión.  

Hace un mes, a José Rivera, que tiene 6 años y ha llegado desde el norte, lo operaron de la tráquea aquí, en el INSN-SB. Intenta hablar con su voz aún ausente, pide soplar burbujas y se carcajea cuando al “doctor Pipe” no le salen sus burbujas del tamaño gigante.

“Se distrae un poco; los espera cada vez que vienen”, cuenta Kati Córdova, la mamá. Observa la escena y también conversa con los clowns o clauns. José sabe que cada martes y sábado, los clowns los visitan. Y la Compañía Payasa lo ha nombrado “director de turismo”, porque de un momento a otro aparece en otra habitación, buscando a los clowns.  

En otra habitación del INSN-SB, el “doctor Gonta” y la “doctora Bombacha” se toman un selfie imaginario con Lhian Bailón, una niña de 16 años que sufrió un accidente de tránsito en La Oroya y deberá someterse a una cirugía mayor. “No sé de dónde vengan ni quién los traiga, pero mi niña ya no está triste”, dice Ángel, el papá, que viene desde Pichanaki, selva central.  

Parámetros para reír

Si bien es distinto un médico a un payaso vestido de médico, Cecilia Gadea, coordinadora de la Compañía Payasa, explica que hay una serie de protocolos que aplican los clowns hospitalarios en toda la intervención. Y eso sí es serio.

Ellos llegan cada martes, de 3:30 a 4:30 de la tarde, a dejar alegrías a pacientes, familiares y personal médico. Porque la depresión es normal en estos tratamientos hospitalizados prolongados, en estas enfermedades agresivas y los "clowns" regalan alegrías de forma desinteresada.

Un “civil” (sin nariz roja) acompaña a los "clowns", coordina en cada pabellón a qué habitaciones pueden ingresar. Cada "clown" debe limpiarse las manos antes de ingresar en una habitación. Las intervenciones no pueden ser mayores a los 20 minutos en cada habitación, de lo contrario perderían la atención de los niños.  

Si hay un clown nuevo, este va acompañado siempre por un clown viejo. Tampoco regalan juguetes. El ingreso y la salida de cada habitación tienen su propio protocolo.

Detrás de las narices


La sala de espera de especialidades quirúrgicas, donde los padres aguardan o recargan energías para volver con sus hijos a las largas terapias, es un ambiente frío hasta que los chicos con narices rojas aparecen y, verborrea mediante, llenan de preguntas y logran robar una sonrisa a los atribulados padres, tanto que encargan visitar a sus hijos.  

Bajo la nariz de ficción, los clowns son personas de distintas profesiones y actividades que regalan una vez por semana su tiempo para entregar una sonrisa a los niños.

“Siempre que un payaso promete tiene que cumplir”, dice David Mata. Es fotógrafo y líder de 3.16 Payasos de Hospital, una compañía que tiene dos años, 12 miembros y se formó en la Iglesia Bíblica Emmanuel. Cuando se pone la nariz, se transforma en el clown hospitalario “Poyoyo”.

Los “3.16” llegan los sábados para hacer sus intervenciones. David dice que para ser parte del equipo hay que llevar talleres de clowns, bioseguridad, luego, poco a poco se escala posiciones, lo que se representa con el uso de la nariz roja. Es como lograr una maestría en buen humor.  

La Compañía Payaso, por su parte, reúne a 30 "clowns" hospitalarios y 10 “civiles”. Se formó en Bolaroja, asociación que fundó la actriz Wendy Ramos en 2001, inspirada en el trabajo de Patch Adams. Está formado por profesionales voluntarios que donan horas de su tiempo a estos niños.

Mayores defensas

“El arte disipa los dolores que pueda presentar el niño. Da un momento de felicidad. Y cuando uno está alegre y feliz, libera muchas sustancias que producirán mayor cantidad de defensa para nuestro cuerpo. El niño se siente contento y su recuperación es más rápida”, explica Zulema Tomas Gonzáles, directora general del INSN-SB.  

Abrir las puertas a los "clowns" hospitalarios, dice, es parte de la promoción de la política de humanización en la atención que tiene este nosocomio y el Ministerio de Salud en general.

Y no solo hablamos del humor. Tomas afirma que los payasos pueden “comunicar y conectar mejor con los pacientes que se encuentran internados, conjugando el juego y la risa ayudando a nuestros pequeños pacientes a recuperar la alegría y confianza en la vida”.

Bajo ese norte, cuenta, los 36 jefes y directores del nosocomio de San Borja llevarán un taller de clowns hospitalario.  

“Es importante que todos los que trabajamos con niños tengamos este espíritu lúdico para poder ofrecer una atención con mucha calidad y humanismo a nuestros pacientitos”, dice.

Suma de las partes

Hay otros aliados en este norte para dar calidad humana a los pacientitos. Se han sumado universidades, empresas, asociaciones, grupos de arte o el voluntariado de damas que se formó hace dos años.

Como lo hace desde hace varias temporadas, la asociación La Tarumba, por ejemplo, llevó ayer su espectáculo Bandurria para los niños que fueron dados de alta, pero que viene a sus chequeos. Y el proyecto Pintar para sanar permitió cambiar los fríos muros por ambientes amigables recreados por pintores profesionales. El arte, si es bueno y sincero, sana.  

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