Los billetes, un business class bacteriano

Viernes, 06/01/2017

Los dólares de menor denominación llevan encima hasta 3.000 tipos diferentes de microorganismos “vinculados a la neumonía, la intoxicación alimentaria, y las infecciones por estafilococos".

Rodrigo Lara Serrano/Clúster Salud. Ah, el dinero, ése objeto de deseo, medio de cambio, reserva de valor, palacio bacteriano… ¿palacio bacteriano? Según un artículo publicado por Scientific American “las superficies fibrosas de los billetes de Estados Unidos ofrecen amplias grietas para las bacterias para sentirse como en casa”.

Así, cuando salen, más o menos impolutos, de las imprentas de la Reserva Federal son como desarrollo inmobiliarios listos para recibir millones de inquilinos. Y estos no tienen problema alguno en instalarse: ya un estudio, realizado en 2002, por la Fuerza Aérea de Estados Unidos encontró organismos patógenos en el 94% de los billetes de un dólar que circulaban en el estado de Ohio.

Algunos de los organismos  observados fueron  bacterias capaces de causar neumonía o una serie de otras infecciones graves.

Poco despúes, en 2010, investigadores en Australia identificaron el número real de bacterias peligrosas por centímetro cuadrado en billetes de distintos países. Encontraron que los estadounidenses tenían al menos 10  microbios por centímetro cuadrado de bacterias patógenas como Staphylococcus aureus, Escherichia coli, y Pseudonomnas aeruginosa. En ese momento era una cantidad mayor que los microbios que se encontraron en los billetes de Australia o Nueva Zelanda.

Sucede que la composición de los billetes estadounidenses es  más acogedor para las bacterias que las de otras naciones. Según el artículo, "las superficies fibrosas de moneda de Estados Unidos ofrecen amplias grietas para que las bacterias viajen, literalmente, en business class:"los billetes  se componen de algodón (75%) y lino (25%), lo que podría hacer que las notas más acogedor para dañina bacterias”. Otros países usan billetes a base de polímeros plásticos, los que se cree son "más limpios" o tienen una mayor resistencia a impregnarse con suciedad o bacterias.

Pero hay más. La revista menciona que una investigación liderada por Julia Maritz, una estudiante graduada de la Universidad de Nueva York, acompañada de sus colegas en el Centro de NYU para la Genómica y Biología de Sistemas, está encontrando resultados más preocupantes.

Sobre la base del análisis de 80 billetes de US$ 1, se detectaron cerca de 3.000 organismos diferentes “vinculados a la neumonía, la intoxicación alimentaria, y las infecciones por estafilococos".

Y no sólo eso. Los investigadores también descubrieron el ADN de un número de animales. “Nuestra investigación se centra en la presencia de estos organismos microscópicos. No trabajamos en los aspectos de transmisibilidad. No sabemos si estos organismos están haciendo enfermarse a las personas. No es algo que se puede decir de los tipos de datos que generamos”.

En todo caso, estudios anterior han encontrado factores que factores tales como la humedad, el rocío o los mocos pueden dar lugar a la persistencia sobre la superficie de billetes y también monedas de los microbios dañinos como los del virus de la gripe. En 2008, investigadores suizos encontraron que, en promedio, los virus de la gripe podría persistir en francos suizos durante uno o dos días. Sin embargo, si se acompañaba de mucosidad, el agente patógeno era capaz de sobrevivir durante 17 días.

Un factor central a esta proliferación bacteriana es el tiempo en que billetes (y monedas) están en circulación: cuanto más tiempo circulan y más manos tocan, mayor posibilidad de tener como pasajero a un “bicho” de los peligrosos. Y como la velocidad de circulación es más grande en los billetes con menor valor, ya sabemos cuáles son los más “sucios”.

Se ha calculado que, en EE.UU., un billete típico puede circular desde cuatro a 15 años antes de deteriorarse lo suficiente para ser reemplazado. Con las monedas la cifra salta a 25 años.

Así, para los afectados a alguna versión del Síndrome de Lady Macbeth, que siente la compulsión de lavarse las manos cada cinco minutos, la idea del gobierno sueco de eliminar por completo el dinero físico puede ser un gran alivio, pero, por otro lado, al menos un trabajo sobre psicología y gasto mostró recientemente que la gente valora menos los bienes que adquiere de manera electrónica que los que se han conseguido entregando dinero “constante y sonante”. Parece ser que, efectivamente esos trozos de metal redondo y esos rectángulos con cara de señores y señoras, verdaderos dioses menores en algunas sociedades, activan mecanismos muy profundos en nuestras mentes.

En todo caso, la existencia de paraísos bacterianos en el dinero hace justicia al uso que Sigmund Freud hizo de las leyendas populares en las que el diablo regala dinero que se convierte en excrementos cuando se va y ya ha cumplido su objetivo de hacer perder el alma al incauto. Para él, la obsesión extrema por el dinero (o el oro) se conectaba con un rechazo a la plenitud de la vida, un deseo de control obsesivo, pero, ya lo vemos: hasta en el billete más humilde los seres vivos pululan, incontrolables.

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