Parkinson: Uso de laxantes detiene progresión de la rigidez
Trabajo abre puerta a que cambios en el intestino, tal vez en el equilibrio de los microbios que residen allí, pueden afectar a ciertos aspectos de la enfermedad.
Rodrigo Lara Serrano. Sin duda se trata de un hecho que, más allá de lo pintoresco, abre una puerta para combatir y entender de una manera nueva un mal que afecta cientos de miles en todo el mundo: un grupo de investigadores descubrió que el aumento, año a año, en la rigidez encontrado en la enfermedad de Parkinson se detiene con el uso regular de laxantes para tratar el estreñimiento.
Los resultados respaldan investigaciones anteriores del mismo equipo que indicaban que los cambios en el intestino -y tal vez un equilibrio perturbado en los microbios que residen allí- pueden afectar a ciertos aspectos de la enfermedad de Parkinson. El grupo está trabajando en elucidar los mecanismos exactos involucrados.
"Que el efecto aparente de laxantes regulares apareció en enfermos que nunca habían recibido medicamentos para la enfermedad de Parkinson apunta a una modificación (por parte del laxante) de un proceso de la enfermedad subyacente”, dijo sobre el hallazgo sorprendente, el Dr. John Dobbs, co-autor principal del análisis publicado en la revista British Journal of Clinical Pharmacology, quien trabaja en el Departamento de Gastroenterología del Hospital de King`s College, en el Reino Unido.
“Los diferentes aspectos de la enfermedad de Parkinson pueden, por supuesto, tener diferentes orígenes", añadió la co-autora principal, la Dra Sylvia Dobbs. “Por ejemplo, nuestro ensayo controlado de la erradicación de Helicobacter (pylori) en el estómago mostró un efecto beneficioso en la disminución de movimiento característico de la enfermedad de Parkinson”.
De confirmarse estos resultados en nuevos estudios independientes, sería una nueva muestra de la influencia del ecosistema bacteriano en el sistema digestivo sobre muy diferente aspectos de la salud y la fisiología humanas. Y un paso más en el cambio de paradigma médico que está provocando descubrir las múltiples relaciones entre las bacterias que residen en el cuerpo (microbioma o microbiota) y el estado de salud de cada persona. De hecho, una nota de Nature, el año pasado, aseveró que “un cuerpo creciente de datos, la mayoría de los animales criados en condiciones estériles, libres de gérmenes, muestra que los microbios en el intestino influyen en el comportamiento y pueden alterar la fisiología del cerebro y la neuroquímica”.
Aunque demostrar la causación de manera estricta es muy dificultoso, dada la gran cantidad de variables (desde cepas bacterianas, pasando por procesos metabólicos hasta la genética misma de los individuos) desde hace décadas existe evidencia anecdótica de la posibilidad de cambios “mentales” o “cerebrales” relacionados a las bacterias en estómago e intestinos. Una de ellas era los curiosos cambios de temperamento observados en quiénes se veían sometidos, por diversas enfermedades, a extensos cortes del intestino delgado.
Los mecanismos qué podrían explicar la conexión sistema digestivo-cerebro de esta novedosa manera ya se investigan. Y hay algunos indicios prometedores. Según la nota de Nature, “estudios recientes también demuestran que los microbios del intestino alteran directamente los niveles de neurotransmisores, los cuales pueden permitirles comunicarse con las neuronas”. Un ejemplo de lo cual fue descubierto por Elaine Hsiao, una bióloga ahora en la Universidad de California, Los Ángeles, quien publicó, también en 2015, un trabajo que muestra “cómo metabolitos de determinados microbios intestinales promueven la producción de serotonina en las células que recubren el colon, un hallazgo intrigante ya que algunos fármacos antidepresivos funcionan mediante la promoción serotonina en las uniones entre neuronas. Estas células representan el 60% de la serotonina periférica en ratones y más de 90% en los seres humanos”.
Por tanto, parece plausible que los laxantes, o por una acción bioquímica directa en las membranas de los intestinos que favorezca a ciertas bacterias y no a otras, o simplemente por los cambios en el equilibrio de las poblaciones de bacterias que supone una defecación periódica (o acelerada), influya en el tipo de metabolitos que éstas descargan en el cuerpo, y en cómo tales bacterias afectan al sistema inmunitario de quien padece de Parkinson.
De hecho, los Dobbs y su equipo preveén que "la Enfermedad de Parkinson será reclasificada como una condición sistémica en respuesta a una activación inmuno-inflamatoria, la influencia de la microbiota, temperada por la genética humana, dentro de un espectro de condiciones neuropsiquiátricas y gastroenterológicas".
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