Los robots que ayudan a tratar el autismo
De vez en cuando conviene subrayar los efectos terapéuticos de algunos inventos tecnológicos. El debate sobre la incidencia que tendrá en el empleo la incorporación de robots en la economía productiva no debe hacernos olvidar, por ejemplo, las interesantes aportaciones de la robótica en el sector sanitario, y más concretamente en el tratamiento con niños autistas.
El ejemplo más ilustrativo de esto último responde al nombre de Nao, un simpático robot que cumple con eficacia la tarea de hacer sonreír a niños autistas.
Debidamente programado, su aportación está siendo de gran importancia para estimular y ayudar en su aprendizaje a los pequeños alumnos afectados por este problema, y sus resultados ya han podido ser evaluados en algunas escuelas europeas y de Estados Unidos.
Stephanie Shirlety, madre de niño autista y fundadora de Priors Court, un colegio londinense volcado en la formación de niños afectados por este trastorno psicológico que dificulta el contacto con el mundo exterior, contaba no hace mucho en BBC Mundo los éxitos logrados por los robots Nao. “He visto cómo un niño profundamente autista se despedía del robot dándole un beso. Un niño que normalmente no quiere besar a su madre”.
Este testimonio sirve para demostrar hasta qué punto las nuevas tecnologías –y los robots en especial– consiguen motivar a estos niños con dificultades para relacionarse en su propio entorno. El robot simplifica la interacción: el chaval sólo tiene que prestar atención a las palabras –dentro de un lenguaje y unas construcciones gramaticales sencillas– y a los movimientos de la máquina.
En función de la respuesta que obtenga, el robot le felicita y le sonríe o le vuelve a repetir el mismo mensaje las veces que sea necesario sin poner malas caras, cosa que sería bastante difícil de conseguir entre humanos.
Apoyo terapéutico tecnológico
Está claro, por otra parte, que los robots –al menos por el momento– no sustituyen al profesor, sino que ofrecen sus servicios de forma puntual, como si estuvieran ejerciendo el papel de profesores de apoyo. Al fin y al cabo, como señala Stephanie Shirley, “los niños autistas no padecen una enfermedad, tienen otra forma de mirar al mundo”. Y en esa mirada se encuentran con ese robot, tan comprensivo y simpático, que despierta en ellos una sonrisa y una interacción que no consiguen establecer tan fácilmente con los humanos.
Además, el precio de estos nuevos “profes” se ha reducido considerablemente en los últimos años. Se ha pasado de los US$ 14.300 que costaban en 2013 a los US$ 6.900 de ahora, cantidad a la que habría que añadir otros mil más por el software específico para niños autistas.
Además de los servicios prestados por la familia robótica Naos, la firma Leka también dispone de una amplia gama de juguetes interactivos y multisensoriales para niños con otro tipo de discapacidades. En el caso de los robots, los expertos subrayan la importancia de las apariencias.
Si quieres que el niño se acerque y coja confianza con su nuevo amigo mecánico, es lógico que le des un aspecto “amigable” y cierta apariencia humana. Buddy, por ejemplo, es otro robot diseñado para trabajar con niños autistas, de apariencia humana, a los que cuenta historias y convence para hacer algunos ejercicios, pero partiendo de una premisa inicial: provocar en ellos alegría y sorpresa.
Las nuevas tecnologías ayudan a mejorar las condiciones de vida de estos niños, como pueden ayudar también a las personas mayores a luchar contra el olvido, abriendo un horizonte de posibilidades a los nuevos emprendedores.
El buen uso de los avances tecnológicos es uno de los retos más apasionantes para los emprendedores sociales. Para mejorar la calidad de vida y ayudar a los demás, desde Telefónica se promueven distintas iniciativas de emprendimiento social, a la vez que se impulsan, a través de Talentum, algunas experiencias que facilitan la comunicación en personas que tienen dificultades para expresarse, en personas con problemas de habla, como es el caso de la app Jocomunico.
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