El Sarampión y los mitos que se contagian
Las primeras señales de que alguien tiene sarampión es un sarpullido rojo que se extiende por el cuerpo y provoca mucha picazón. Las manchas iniciales suelen hacerse visibles primero detrás de las orejas, en el cuello o en la cabeza. Tres días antes de que se haga evidente en todo el cuerpo, el virus ya se ha enseñoreado en el organismo. La persona afectada contagia la enfermedad, muchas veces incluso sin ser consciente de ello. Para un diagnóstico certero, los pacientes sospechosos de haber contraído el mal suelen ser sometidos a exámenes de sangre.
El virus del sarampión se transmite directamente a través del aire viajando en las finas gotitas de saliva o mucosidades que salen expulsadas cuando alguien tose o estornuda. Pero también pueden pasar de un cuerpo humano a otro cuando una persona contagiada simplemente conversa con otra sana.
Ya vemos: el sarampión es una enfermedad altamente contagiosa. Cada paciente infecta a otras 15 personas, en promedio. Y los seres humanos somos los únicos huéspedes naturales de este peligroso virus.
A menudo impredecible
Unos 14 días después de la infección inicial, los pacientes tienen fiebre y empiezan a toser. Es precisamente en este momento cuando las erupciones rojas empiezan a picar.
Para aliviar estos síntomas, los médicos usualmente dan remedios. Los pacientes también pueden sufrir infecciones en el oído medio, neumonía o diarrea severa. En los peores casos, esta diarrea puede causar deshidratación y la muerte. No hay un tratamiento específico para el sarampión. El cuerpo tiene que combatir la enfermedad por sí solo.
El sarampión también puede provocar meningitis, que puede provocar daño cerebral severo y discapacidad mental. Según el principal organismo de salud pública de Alemania, el Instituto Robert Koch, la encefalitis por sarampión ocurre en 1 de cada mil casos, y uno de cada cinco de estos casos es fatal. Estas complicaciones no ocurren necesariamente durante el ataque original de la enfermedad. Puede pasar años después, incluso.
Vacunarse es la solución
Muchos padres se niegan a vacunar a sus hijos porque temen que la inmunización tenga efectos secundarios. Algunos asumen que es mejor para sus hijos simplemente contraer la enfermedad para que así el cuerpo genere sus propios anticuerpos. Durante algún tiempo, las "fiestas de sarampión" fueron muy populares.
En ellas, los padres enviaban a sus hijos sanos a jugar con otros que tuvieran la enfermedad, con la esperanza de que la exposición al virus fortalecería las defensas de sus niños cuando contrajeran el sarampión.
Los expertos, sin embargo, están convencidos de que esto no es así. Afirmaciones falsas y creencias infundadas han ayudado a que descienda la tasa de vacunación, lo que pone en riesgo a toda la población, especialmente a menores enfermos que por estar inmunodeprimidos no pudieron ser vacunados, como los niños con cáncer, por ejemplo. El mito de que existe un vínculo entre la vacuna contra el sarampión y el autismo es solo eso, un mito, y los médicos lo han desmentido decenas de veces.
La vacuna contra el sarampión incluye dos dosis de virus atenuados. La Comisión Permanente de Vacunación (STIKO) del Instituto Robert Koch recomienda la inmunización contra el sarampión combinada con las vacunas contra las paperas y la rubéola. Esta inoculación debe realizarse antes de que el paciente cumpla un año. Solo entonces los padres pueden estar seguros de que su hijo está protegido contra este peligroso virus.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se había puesto el objetivo de erradicar esta enfermedad de la Tierra en 2020, como se logró contra la viruela, también gracias a las vacunas. Sin embargo, las creencias y la desinformación han generado un descenso en las tasas de vacunación. En Europa, solo la República Checa, Estonia, Finlandia, Portugal, Eslovaquia y Eslovenia han sido declarados libres de esta enfermedad.
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