Antimicrobianos, una amenaza silenciosa
La resistencia a los antimicrobianos es una amenaza constante y es tiempo de que todos tomemos conciencia de esto. Actualmente, cada año mueren cerca de 700.000 personas en el mundo debido a infecciones que no se pueden tratar; y si esto continúa, para el 2050 las muertes por infecciones van a superar a las del cáncer.
Aunque todos escuchamos alguna vez que el abuso de los antibióticos ha provocado que las bacterias que causan infecciones en humanos, animales y plantas son cada vez más resistentes, no se ha dicho con la suficiente fuerza que los gérmenes están pasando rápidamente de ser multiresistentes a panresistentes, y pronto ningún antibiótico los podrá tratar. Esto puede llevar a la humanidad a los tiempos en que cualquier infección, cualquier herida causaba la muerte sin remedio.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) están trabajando para llamar la atención sobre la importancia de tomar acciones en este tema, que va más allá de la salud humana: afecta al planeta tanto como el cambio climático.
La preocupación de la FAO es que en la agricultura y la ganadería se usa cada vez más libremente productos veterinarios y agroquímicos con efectos antibióticos, que luego se quedan presentes en el medio ambiente, seleccionando bacterias del suelo, del aire y del ambiente en general, convirtiéndolos en resistentes.
El sector donde más crítica es esta situación es la ganadería, sobre todo la avícola y porcina, aunque ya se ve con más frecuencia en la ganadería mayor y bovina. Aquí es donde se utiliza antibióticos no solo para tratar enfermedades o infecciones, sino también como prevención y medida para acelerar el engorde de los animales. Esto ha llegado a ser una práctica muy común, y las cantidades utilizadas son muy grandes, con mucha contaminación ambiental.
Los residuos de los antimicrobianos mezclados en el pienso u otro tipo de alimento animal se esparcen y llegan al medioambiente, a través de los excrementos y afluentes de la ganadería, entre otros, convirtiéndose en una carga ambiental mayor.
Una vez que los antibióticos y las bacterias resistentes están en la vía acuática, no hay forma de contenerlos. Y ya tenemos ejemplos de resistencia a los antimicrobianos en tortugas marinas y en sedimentos marinos plagados de bacterias resistentes. También se ha visto que cuando se usa antibióticos, los excrementos de los animales no sirven para plantas de biogás, porque la fauna y flora apta para este biocombustible muere por el uso de antimicrobianos.
¿Qué hacemos? Es fundamental restringir el uso de los antimicrobianos, por ejemplo, promoviendo el uso de antibióticos únicamente bajo prescripción médica o veterinaria, siendo rigurosos en la identificación de las infecciones antes de prescribir, y eliminando por completo el uso de antibióticos como aceleradores de crecimiento.
En lo cotidiano, la población en general puede contribuir grandemente a reducir la resistencia a los antimicrobianos con acciones como el consumo de alimentos libres de antibióticos; pollos y cerdos criollos en vez de los de criaderos, donde no solo son inyectados con hormonas para acelerar su crecimiento, sino que además por las condiciones antinaturales los animales se vuelven más débiles y propensos a infecciones, por lo que las industrias de carne utilizan grandes cantidades de antibióticos. Asimismo, tenemos que empezar a considerar productos como la moringa para la crianza de aves y porcinos, un alimento que tiene efectos estimuladores del sistema inmunológico y sustancias antibióticas naturales y que puede sustituir a los antibióticos en la alimentación.
Este tema debiera ser una preocupación global como el cambio climático, que avanzó en la toma de conciencia de la población, aunque aún no en la toma de decisiones globales. Esperemos que no sea tarde para entender que la resistencia a los antimicrobianos es un problema igual de urgente.
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