El aborto necesario
Cuando una mujer se confronta con alguna circunstancia que la coloca frente a la posibilidad de interrumpir el embarazo, normalmente se pregunta acerca de la decisión más adecuada para ella junto con su entorno social y familiar.
Al arribar a la respuesta, su deseo es actuar en consecuencia; en caso de que su deseo sea continuar la gestación, generalmente pregunta todas las dudas relativas al curso futuro del embarazo y el parto.
Por el contrario, si la mujer concluye que interrumpir el embarazo es la mejor decisión, espera una atención rápida y eficiente del equipo de salud, por la simple razón de que cada momento que se retarde significa sufrimiento continuo.
En razón de mi especialidad, el embarazo de alto riesgo, con cierta frecuencia tengo frente a mí a mujeres con gestaciones anormales, y las malformaciones fetales son ciertamente de las más frecuentes.
La malformación fetal tiene una enorme gama de variantes, las hay desde muy pequeñas y de difícil diagnóstico hasta las graves, que comprometen la salud y la vida del feto.
En este último grupo, la Ciudad de México les ofrece, obviamente, la posibilidad legal de interrumpir la gestación sin términos temporales, citando, como ejemplo concreto, la ausencia de cerebro del feto (la llamada anencefalia) y que se asocia con imposibilidad absoluta de que el feto viva fuera del seno materno; bajo ése y otros diagnósticos, es posible interrumpir el embarazo en el momento en el que se establezca el diagnóstico, sin importar la edad gestacional.
Aun a sabiendas de que es imposible la conciencia o el sufrimiento del feto, la mayor parte de las mujeres sufre —en mayor o menor medida— por la pérdida de la gestación y necesita una atención rápida, cálida, humana, cercana y de preferencia acompañada por quien ella decida.
Nuestros sistemas sanitarios públicos normalmente tienden a lo contrario, es decir, a la lentitud, la burocracia, los documentos, los trámites, el aislamiento y un largo grupo de etcéteras que provocan dilación injustificada e inmoral frente a estas circunstancias.
Los pretextos son múltiples: “la paciente no tiene expediente”, “le faltan estudios”, “no trae sus documentos completos”, lo que provoca que pase el tiempo, se prolongue el sufrimiento y, en algunos casos, incluso, que la mujer cambie de parecer, aun cuando existan motivos claros y perfectamente demostrados para la interrupción de la gestación.
Es decir, se otorga con frecuencia una pésima atención, sin entrar en el análisis de los protocolos médico-quirúrgicos que habría que revisar.
Hace muchos años, cuando en este país importaba el resultado de los métodos de control de la fertilidad, se observó una caída momentánea en la cantidad de esterilizaciones femeninas solicitadas por las mujeres, y al analizar las causas, se entendió que estaba provocada por razones burocráticas.
En aquel entonces, se tomó la decisión —adecuada, por cierto— de que la solicitud de esterilización quirúrgica emitida por cualquier mujer en el sistema sanitario se debía considerar una urgencia.
Los resultados fueron buenos, se incrementó el número de esterilizaciones quirúrgicas solicitadas por las mujeres.
Habría que retomar la estrategia y hacerla extensiva a la situación de la solicitud de la interrupción de un embarazo para actuar de forma adecuada y brindarles una atención médica digna, rápida, eficiente y humana, por supuesto, en todas las instituciones públicas de salud.
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