La salud en el foco del próximo Conacyt mexicano
Entre los cambios que se ven venir con el próximo gobierno hay uno de gran magnitud que plantea una profunda reestructuración, descentralización y nuevo abordaje de la ciencia y la investigación en el país con una mirada social y de rescate y protección a lo nacional. Seguro hará ruido en el sector privado por varios motivos y por la multimillonaria inversión de trasnacionales en todos los campos.
Por lo pronto ya se menciona salvaguardar la soberanía nacional en la generación y aplicación del conocimiento científico y de las tecnologías, así como acompañar y fortalecer las comunidades rurales en el cuidado de sus territorios y riqueza biocultural.
Algo interesante que plantea la nombrada próxima titular de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla Roce, es jalar u organizar toda la fuerza de responsabilidad social dentro del sector empresarial para la reconstrucción de México con un enfoque de esfuerzos conjuntos desde la ciencia y la tecnología.
Habla de que en vez de conformar un patronato en el Conacyt, más bien se integre un padrón de filántropos nacionales e internacionales y de iniciativas de ciencia y tecnología – y aquí menciona la colaboración con los institutos nacionales de salud- donde “la finalidad no sea promover intereses privados ni hacer branding sino realmente contribuir generosamente a entendimiento, solución y prevención de problemas sociales.”La científica Álvarez-Buylla Roce, Premio Nacional de Ciencias 2017, le planteó a Andrés Manuel López Obrador en junio -antes de las elecciones- un Plan de Reestructuración Estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativo de Nación (2018-2024) presentado por MORENA.
El vínculo academia-empresas ya no es tema. El nuevo enfoque es hacia esfuerzos intersectores, interinstitucionales e integrales con un claro direccionamiento hacia lo social incluida la promoción de enfoques sistémicos y preventivos de salud.
“Ciencia orientada a la comprensión profunda, prevención y solución de problemáticas
de salud, alimentación, ambiente, inequidad, exclusión y violencia”, dice entre sus ejes rectores.
En el plan la palabra salud se menciona 23 veces, y entre otros aspectos innovadores, plantea atender los problemas de salud mental, para los cuales hasta ahora no ha existido una propuesta clara y aterrizada. Se menciona en el documento obligado de leer que para la población de menos recursos se recurra a la ciencia ciudadana y comunidades de práctica y autocuidado de la salud.
Habla de un enfoque preventivo, sistémico y social de la salud que coadyuve en disminuir el gasto público en salud, además de prevenir el sufrimiento humano inequitativo hacia los más pobres.
También refiere que debe innovarse para disminuir la incidencia y progresión de enfermedades crónicas degenerativas -menciona cáncer, diabetes, enfermedad renal, obesidad, enfermedades cardiovasculares- y priorizar investigación para desentrañar causas y procesos o mecanismos sistémicos implicados en la emergencia de las enfermedades, más que en los síntomas, y también en los factores que afectan el desarrollo infantil y los trastornos del desarrollo.
Entre otros puntos que menciona es que se deben favorecer desarrollos farmacéuticos nacionales para prevenir más que curar, es decir trabajar en revertir estados enfermos a estados preclínicos o sanos, enfocándose en los males que más nos aquejan.
En cuanto a los hábitos sanos de alimentación “con enfoques multi y transdisciplinarios”, sí menciona la regulación de la oferta de refrescos y alimentos chatarra y se refiere a enfoques y metodologías sociales y de psicología para fomentar nuevos hábitos sanos de alimentación.
Total, que evidentemente es un plan ambicioso y se ve que retador, pues va mucho más allá del Conacyt; conjunta la participación de muchas otras dependencias sobretodo las relacionadas con la agenda social, cultural y educativa. Lo que está por verse es cómo será la relación la industria trasnacional porque si ve afectados sus intereses habrá problemas.
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