Las alarmas en bioseguridad deben estar prendidas

Miércoles, 17/05/2017
Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
Maribel R. Coronel

Así como hoy puede ser más dañino y costoso un ataque cibernético que uno físico con misiles, así también es mayor el riesgo de ataques bioterroristas con gérmenes tóxicos que pueden matar a millones de personas. Ningún país puede darse el lujo de ignorarlo y no estar preparado.

En los inicios del milenio, entre el 2002 y 2003, el gobierno de México adquirió cerca de 2 millones de dosis de vacuna contra la viruela como medida preventiva en caso de ataque bioterrorista. Lo hizo en coordinación con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá. Estaba muy reciente el ataque a las torres gemelas de Nueva York y había gran sensibilidad y colaboración sobre el tema.

Desde entonces, México desarrolló el Plan Nacional de Protección de la Salud ante el riesgo de Bioterrorismo, que sigue vigente. Fue conformado dentro del Comité Nacional de Seguridad de Salud, donde participan las secretarías de Salud y de Gobernación y, hace una década, el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (Cisen).

De este comité ya no se había sabido nada hasta el 1 de noviembre pasado, cuando en su seno se acordó emitir la declaratoria de emergencia por diabetes y obesidad, y se dijo que en él también estaban integrados IMSS, ISSSTE y los servicios de salud de la Sedena, Marina y Pemex.

El plan contra bioterrorismo establece mecanismos y criterios para detectar y atender de manera oportuna y adecuada los daños a la salud de la población por la liberación intencionada de agentes químicos o biológicos.

Conforme dicho plan, el gobierno en turno tiene la encomienda de contar con reserva de medicamentos, insumos y vacunas disponible en todo momento, tanto a nivel federal, estatal y jurisdiccional. Asimismo, debe tener claro cómo desplazarlos y distribuirlos.

Pues resulta que esa reserva adquirida de vacunas antiviruela en el sexenio de Vicente Fox fue destruida sin explicación a principios del presente sexenio. Habría que saber quién tomó esa decisión y con qué razón, porque, de acuerdo con expertos, ese tipo de reservas se conservan bien en refrigeración y se guardan, no se destruyen, aun cuando caduquen.

El problema es que pasan los años y dicha reserva no se ha repuesto. Es la hora en que México se mantiene sin dotación de vacuna contra viruela, algo primordial en la estrategia preventiva contra bioterrorismo.

Expertos señalan que México ha avanzado muy bien en tener un sistema de vigilancia y diagnóstico en general, pero necesita prepararse para la amenaza más importante de bioseguridad como una epidemia mundial.

El fundador de Microsoft, Bill Gates, es quien más ha buscado influir para que el mundo se percate de que el gran riesgo para la humanidad hoy no es la bomba nuclear, sino un virus altamente infeccioso que mataría a decenas de millones en cuestión de meses, y el más probable es una mutación de influenza o el virus de la viruela. Este año lo ha dicho en cada oportunidad: en enero en el Foro Mundial de Davos, en febrero en la Conferencia sobre Seguridad en Múnich, Alemania, y en abril, en Londres, anunció inversiones para la Coalición de Innovación contra Epidemias (Coalition for Epidemic Preparedness Innovations -CEPI-).

Será que en México estamos tan enfocados a la costosa epidemia de obesidad y diabetes (que no prevenimos a tiempo), que no damos prioridad a otros riesgos. Justo es momento de prevenir una potencial epidemia, nuestra experiencia en el 2009 con la influenza al final no fue tan mortal como se creyó, pero la siguiente sí puede ser mucho más letal y costosa. Es importante que México se tome en serio un potencial ataque de gérmenes, el más probable sería de viruela.

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