¡Las medicinas nos pueden matar!
Mi querido viejo, ahora que muchos amigos me han comentado mi libro La Vejez ya no es lo que era, me he dado cuenta de que muchos de nosotros vamos acumulando medicamentos, pastillas, cápsulas, jarabes, qué sé yo, y que esto en principio es bueno, porque se supone que nos ayudan a vivir mejor, pero hay que tener cuidado.
Y es que, lógicamente, aun cuando hayamos atendido bien nuestro cuerpo, lo hayamos alimentado bien, hayamos evitado malos hábitos, como tabaco o exceso de alcohol, y hagamos un poco de ejercicio diario, la carrocería se oxida, el motor se deteriora, las bisagras se enmohecen, pero afortunadamente los avances en la medicina y la investigación han permitido que contemos con medicamentos cada vez mejores, fáciles de tomar, productos nuevos que nos ofrecen alivio a nuestros males.
Tú sabes, querido viejo, que hace unos años no había medicinas para la presión arterial alta, y lo único que había era la sangría, con lo que al enfermo se le bajaba temporalmente la hipertensión –a mí me tocó verlo en el consultorio de mi padre–, tampoco había medicamentos para la úlcera y la única solución era la cirugía mutiladora y así para muchos de los males que nos pueden aquejar.
“La vejez no es lo que era”, decimos con satisfacción, y ahora hay medicamentos para la artritis, los dolores musculares, las dolencias digestivas, el corazón desfalleciente, el riñón que no trabaja bien, el colesterol, los triglicéridos y aún la depresión y otros achaques.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, querido viejo, y por eso quiero platicarte sobre algo muy importante: y es los que se llaman “efectos colaterales “ o “interacciones medicamentosas”, por lo que algunas medicinas pueden hacer más daño que beneficio; porque puede suceder que con el entusiasmo de recetar la mejor medicina, digamos para el corazón, ignoramos u olvidamos que una medicina para el colesterol puede “cruzarse” y tener efectos adversos; sólo un ejemplo: la Nifedipina para la presión se puede cruzar con la Cimetidina para la úlcera, y la baja de la presión puede ser muy grande y peligrosa; los expertos del Congreso en los Estados Unidos han podido documentar miles de casos en los que las medicinas tuvieron efectos adversos que pueden llegar a ser muy graves e incluso acabar con la vida de un querido viejo.
¿Qué debemos aprender de esto, viejo querido? En primer lugar, que no debes comprar y tomar medicinas sin una orientación médica, porque a veces vemos en la farmacia, y aun en el supermercado, anuncios de productos para los huesos, para los riñones, para el cerebro, etc., y no sabemos qué puede pasar si los tomamos sin control; “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”, decía Hipócrates, y ése es un buen consejo, no lo olvides.
Y, en segundo lugar, debemos ser preguntones, cuando vayamos al médico es nuestro derecho preguntar todo, porque se trata de nuestra salud y nuestra vida, y el médico tiene la obligación de responder nuestras dudas y preguntas; más medicinas no significa más salud, ya que un estilo de vida sano, alimentación correcta, actividad física moderada diaria, y una sonrisa en los labios prolongan más la vida que cualquier “producto milagro”.
La vejez ya no es lo que era gracias a los avances farmacológicos; ¡Qué bueno que hay medicinas!, pero deberemos usarlas sólo en caso necesario, para evitar complicaciones y sorpresas desagradables.
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