Renta de úteros, negocio contra la mujer

Martes, 10/04/2018
Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
Maribel R. Coronel / El Economista

La maternidad subrogada es una opción que a nivel mundial se ofrece como si fuera una técnica de reproducción asistida. La realidad es que no es una técnica. Se trata literalmente de alquilar úteros de mujeres que aceptan dinero a cambio del uso de su función reproductiva para parir un hijo ajeno.

La regla es que se recurre a mujeres de escasos recursos económicos para beneficiar a parejas con alto poder económico y capacidad de pagar los elevados costos de esta opción.

Hay muchas empresas en el mundo que se dedican a esto pues parece ser un negocio altamente redituable calculado en unos US$ 2.000 millones. En internet se promueven en forma cada vez más abierta sin importar que se trata de una verdadera explotación del organismo femenino, permitido o tolerado por algunos países. Y se venden con historias rosas usando nombres de estrellas como Miguel Bosé, Ricky Martin o Elton John. No estamos en contra de la paternidad de parejas homosexuales pero está la opción de adopción.

El punto, como dice Laura Lecuona, de la Asociación Feministas Mexicanas contra Vientres de Alquiler (Femmva), es que la maternidad subrogada es un negocio donde se usa a la mujer como fábrica para gestar y dar a luz bebés para terceros a cambio de dinero. Es una explotación reproductiva asociada a la feminización de la pobreza. Las mujeres participan en esto no por gusto, pues implica infinidad de riesgos, sino para paliar su difícil situación económica.

Este factor fundamental lo deben tener muy presente nuestros legisladores, pues la maternidad subrogada está pendiente de regular en México junto con la reproducción asistida en general.

Algo claro es que la Ley General de Salud expresa la prohibición del comercio de órganos en México. Por eso está expresamente prohibido que exista lucro en la donación de órganos. En nuestro país no se puede vender un riñón un hígado y ni siquiera la sangre. En ese mismo tenor, tienen razón las integrantes de FEMMVA, tendría que considerarse el útero como un órgano femenino, no una mercancía ni la gestación una función fisiológica comercializable.

Esto último fue en su momento ignorado por los Congresos de Sinaloa y Tabasco cuyas legislaciones permiten la maternidad subrogada. Tabasco hace tiempo la limitó únicamente a parejas heterosexuales prohibiendo el beneficio a parejas homosexuales o extranjeros, lo cual fue calificado por algunos sectores como discriminatorio. La realidad es que la comercialización del útero femenino no tendría que permitirse en favor de ningún sector.

En un reciente artículo en la revista Nexos, el ministro José Ramón Cossío -un respetado jurista y académico especializado que frecuentemente toca temas relacionados con el derecho a la salud- abordó sobre la complejidad de factores que inciden para una legislación integral sobre la maternidad subrogada. Valdría la pena que le diera mayor importancia al enfoque femenino y valorar hasta qué grado la maternidad subrogada vulnera los derechos de las mujeres mexicanas.

Considerar que el negocio es para las empresas intermediarias que funcionan como agencias promoviendo un servicio médico combinado con turismo especializado obteniendo evidentemente elevados márgenes de rentabilidad. Para la mujer le representa un ingreso pero dedicarse a rentar su útero no puede ser visto de ninguna manera como un trabajo. 

Lo que es un hecho es que quienes buscan la legalización de la renta de vientres son las empresas intermediarias, no las mujeres.

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