Parteras profesionales al rescate

Lunes, 25/04/2016

Marcella Distrutti es Especialista en salud en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Su trabajo se centra en el fortalecimiento de los sistemas de salud y en el financiamiento de estos.

Hay evidencia que señala que el parto institucional está asociado de manera positiva con la disminución de las tasas de mortalidad materna, lo que aún se considera un desafío para la salud en América Latina y el Caribe que depende de muchos factores. Sin embargo, el hecho de que todos los nacimientos estén asistidos por profesionales en un hospital no garantiza una atención de alta calidad ni, como resultado, un índice bajo de muertes maternas. Esto ocurre en países en toda la región, incluso en Brasil, en donde la mortalidad materna continúa siendo elevada a pesar de que el parto institucional alcanza una cifra del 98%.

En Brasil, hay estudios que sugieren que aún se realizan en algunos hospitales procedimientos innecesarios y aquellos derivados de tratamientos médicos (procedimientos iatrogénicos) durante el parto, tanto en el sector público como en el privado. La sobre medicación también ha aumentado de manera exponencial, como se ve reflejado en el alto índice de cesáreas (el 56 % de todos los nacidos vivos en el 2012 en ambos sectores).

De acuerdo con la bibliografía consultada, se pueden lograr tasas de mortalidad materna bajas formando distintos equipos de proveedores de servicios de salud, que incluyan parteras profesionales (con estudios universitarios). Este es un modelo que se ha implementado con éxito en países como Suecia y el Reino Unido. ¿Podría ser esto una respuesta a algunos de los problemas que el modelo brasileño tiene que enfrentar en la actualidad?

La partería profesional es una carrera de cuatros años en Brasil o una carrera de cuatro años de enfermería más una especialización. De acuerdo con la legislación brasileña, las parteras profesionales pueden asistir partos de bajo riesgo. Sin embargo, en la práctica, la participación de las parteras en los nacimientos es escasa, debido a la forma tradicional en la que los hospitales organizan la atención médica.

¿Cuáles podrían ser los beneficios potenciales de cambiar esta práctica?

1.- Las parteras profesionales podrían mejorar el acceso. Las dificultades relacionadas con la reglamentación de la atención especializada de salud en muchos estados de Brasil culminan en que muchas veces las mujeres no saben en qué hospital van a dar a luz y deben buscar una vacante durante el trabajo de parto. Debido a la falta de personal en los centros de salud de ciudades pequeñas, las mujeres deben buscar atención médica en hospitales públicos grandes que se encuentran en los centros urbanos y que, por lo general, están colapsados. En ciudades poco numerosas, las parteras profesionales podrían asistir partos que no presenten complicaciones, siempre y cuando se garanticen el transporte y la derivación de la paciente en caso de emergencias. También podrían prestar sus servicios en hospitales grandes, en donde pueden trabajar en equipo y así atender más nacimientos que una obstetra que trabaja sola.

2.- Las parteras profesionales podrían ayudar a revertir la tendencia por la medicalización, no solo teniendo en cuenta la creciente incidencia de cesáreas sino también considerando otros procedimientos iatrogénicos, como la inducción electiva del parto o la episiotomía. Lamentablemente, así como ocurre en muchos países, las formas de pago a los proveedores de servicios de salud, entre otros factores, generan incentivos perversos con el fin de incrementar la productividad que, a su vez, contribuyen a que se lleven a cabo intervenciones innecesarias para acelerar el parto. El uso indiscriminado de estos procedimientos sin justificación médica indica que la atención proporcionada es de baja calidad y puede exponer a la madre y al recién nacido a sufrir complicaciones que afecten su salud.

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3.- La capacitación para parteras profesionales se centra en la autonomía de la mujer, lo que puede mejorar la experiencia del parto. Hay muchos casos en que las mujeres no participan en las decisiones que se toman con respecto al nacimiento de su bebé, sus necesidades y preferencias no se tienen en cuenta, y se sienten vulnerables e inseguras a la hora de dar a luz. Las parteras empoderan a las mujeres para que sean ellas quienes tengan el control durante el proceso del parto, lo que reduce el número de procedimientos invasivos y da lugar a una experiencia más natural. De esta manera, las mujeres pueden sentirse libres de moverse y de elegir la posición que deseen durante el parto. Las mujeres también sienten que el cuidado que les proporcionan las parteras es más personal, lo cual fortalece la confianza y la seguridad. Sin embargo, la calidad de la educación que reciben las parteras es muy importante, y es primordial que su formación siga teniendo como foco lo que se puede denominar una atención más humanizada.

Por todos estos motivos, es importante que Brasil, así como otros países de la región que tengan un contexto similar (el incremento en la tasa de cesáreas, por ejemplo, ocurre en muchos lugares), considere implementar políticas para promover el parto asistido por parteras profesionales en centros de salud, en donde haya obstetras disponibles en caso de que se los necesite. Este debate ha tenido lugar en Brasil por algunos años, encabezado por autoridades comprometidas, representantes de los trabajadores de la salud, la sociedad civil y también por las mismas mujeres.

El programa Rede Cegonha, que se lanzó en 2011, por ejemplo, representó un gran avance, con recursos para construir centros de maternidad naturales cerca de hospitales en donde las mujeres pueden ser atendidas por parteras calificadas. Aun así el progreso ha sido lento y, a menos que se invierta en infraestructura y, a su vez, se empleen estrategias más abarcadoras para crear conciencia acerca de este tema, se amplíen las perspectivas de los profesionales y estudiantes de la salud (y se los capacite para brindar una atención más focalizada en el paciente), se valore a las parteras, se disminuya la fragmentación y se aliente el trabajo en equipo y, más importante aún, se informe a las mujeres; los resultados podrían no cumplir con las expectativas.

Promover un nuevo modelo de parto que se centre más en la participación de las parteras profesionales podría ayudar a mejorar el acceso a la atención médica a tiempo, reducir la tendencia a la medicalización y enriquecer la experiencia de dar a luz, lo que potencialmente generaría un impacto positivo en la morbilidad y mortalidad materna en la región. Además, como expresó una vez la reconocida obstetra Michel Odent, “para cambiar el mundo, primero hay que cambiar la forma en que nacen los bebés”.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Gente Saludable del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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