Perú: Una de cada cuatro familias acepta donar los órganos de su pariente

Miércoles, 21/06/2017
Actualmente son 1.961 las personas que necesitan uno para seguir viviendo.
Andina

Lograr robarle algo de vida a la muerte es una tarea titánica que muy pocos conocen, como Roxana Bedoya, joven doctora de la Unidad de Procura del Ministerio de Salud (Minsa), quien renueva cada amanecer su compromiso de ganar un donante cada día.

Una noche le avisaron de un posible donante. Se trataba de Jhon, un adolescente de 15 años. Tuvo un accidente de tránsito por la tarde y tras evaluarlo en la clínica regresó a su casa. Sin embargo, volvió horas más tarde con náuseas y vómitos. A la medianoche convulsionó y entró en coma. A las pocas horas ya tenía muerte cerebral.

“Como era joven, persistí. Me quedé todo el día con su mamá en la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica donde estaba. Mientras ella venía a mirarlo, yo le conversaba y le hacía recordar cuando él era pequeño; le preguntaba cómo lo había criado y muchas cosas más. A las seis de la tarde logré decirle que, si tanto esfuerzo había puesto en criarlo, en cuidarlo, tal vez le gustaría que no haya sido en vano. Ella se echó a llorar y después de explicarle qué es una muerte cerebral aceptó donar los órganos de su único hijo. Estaba segura de que solo así él podría seguir viviendo en otro cuerpo. Se trasplantaron su corazón, hígado, riñones y córneas”, relata.

Hablarlo en familia

“En el Perú solo una de cada cuatro familias acepta la donación de órganos. El año pasado entrevistamos a 291 familias cuyos parientes tenían muerte cerebral y solo 70 aceptaron. Veinte de esos fallecidos habían registrado en su DNI que querían ser donantes, pero igual siempre consultamos a la familia, por una cuestión de respeto”, detalló la coordinadora de la Unidad de Procura de Órganos de la Dirección General de Donaciones, Trasplantes y Banco de Sangre del Minsa, Diana Gonzales.

Para la directora general de Donaciones, Trasplantes y Banco de Sangre del Ministerio de la Salud, Luz Meza Vargas, es urgente como país debatir la importancia de donar órganos, porque tenemos un rango muy pequeño de donaciones a escala de Latinoamérica, que registra una tasa de 13 donantes por cada millón de habitantes. El Perú llega apenas a 2,2 donantes en la misma escala.

“Un solo cuerpo pueda salvar más de 10 vidas y por eso es importante decir hoy ‘soy donante’ en el Reniec, para que figure en el DNI; además de firmar el acta de consentimiento, que tiene un valor legal”, señaló la funcionaria.

A la fecha, más de 190.000 personas han suscrito dicho documento y 3 millones 113.542 han dejado constancia en su Documento Nacional de Identidad que desean donar sus órganos, de las cuales 406.818 tienen entre 25 y 29 años y 386.074 tienen entre 35 y 39 años de edad. Sin embargo, eso no basta para que se dé la donación. La familia debe saber de ese deseo y asegurarse de que no exista oposición llegado el momento.

Vida sin vida

Una vida apagada es la que experimentan quienes están a la espera de un trasplante.

“Conocí a Yasuri desde muy pequeña. Tenía una falla cardíaca. A sus 9 años ya no podía caminar, para comer tenía que apoyarse. Debía recibir un soporte diario de medicamentos para continuar viviendo. Soy cardióloga y por mucho tiempo trabajé en el Instituto del Corazón (Incor) de EsSalud. Nunca dejo de rogar para que aparezcan donantes, y así ocurrió el 17 de abril, día en que empecé a trabajar en la Unidad de Procura del Minsa”, relata María Ganiku, directora ejecutiva de la Dirección de Donaciones y Trasplantes.

“Nos avisaron de un donante de corazón en el hospital Rebagliati y su DNI decía que sí. Pensé en Yasuri y recé para que ella lo recibiera. A la medianoche de ese mismo día me avisaron que el corazón iba camino al Incor, donde ella estaba hospitalizada desde hacía un mes. La operación se inició esa misma madrugada y terminó a las 09:00. Muy temprano me dijeron: ‘Doctora, trasplantamos el corazón, la chiquita está bien’. A los pocos días fui a visitarla sin que ella supiera”, recordó.

Los órganos no se entregan en función “de quién me cae bien, sino primero de quién es compatible con el donante”, detalló por su parte la abogada de la Oficina General de Asesoría Jurídica del Minsa, María Teresa de la Cruz. Esto se determina con un examen de histocompatibilidad.

Sobre esto mismo, Gonzales agregó que si, realizada dicha prueba, hay varios pacientes en la lista de recepción, se dará prioridad a los muy graves y luego a los niños.

“Tenemos pacientes clasificados de ‘emergencia cero’, es decir, que tienen solo 72 horas para encontrar un donante. Cada mes mueren dos personas esperando un trasplante. En mayo fallecieron una niña y un adulto aguardando un hígado”, refirió.

Para Bedoya, quien convenció a la mamá de Jhon, uno de los mayores conflictos en estos casos es que las familias no se convencen de que su pariente está realmente muerto.

“El equipo de Procura tiene que agotar todos sus esfuerzos para que acepten la muerte encefálica, que es irreversible (pero ideal para conservar los órganos por algunas horas). Si la familia no lo acepta, el proceso se quiebra. Nosotros respetamos siempre su decisión”.

Para todos los expertos, el índice de donación de órganos en el país puede mejorar si los que estamos a favor conversamos con nuestras familias sobre el tema. Finalmente, ellas serán las responsables de cumplir o no nuestro deseo.

¿Qué es la muerte cerebral o encefálica?

“Desde el punto de vista médico la muerte es un proceso que puede durar segundos o más. La mayor parte de las escuelas médicas la definen como la ausencia de actividad, espontánea o provocada, en todo el sistema nervioso central, incluyendo cerebro y tronco del encéfalo. Es decir, el chip de nuestra computadora que hace funcionar a todo el cuerpo”, explicó el doctor Guido Hernández, médico de Cuidados Intensivos del Hospital Nacional Hipólito Unanue.

Agregó que los hitos clínicos que confirman la muerte encefálica son tres: coma profundo, ausencia de reflejos en el tronco cerebral y que el paciente no respire espontáneamente. Esto se confirma con un electroencefalograma.

“Los familiares muchas veces se resisten a la idea de que su pariente esté muerto, porque su corazón aún late, pero eso durará como máximo 72 horas. Tenemos solo ese tiempo para lograr que las familias acepten hacer la donación. Es una carrera contra el tiempo para salvar otras vidas”, agregó Diana Gonzales Zurita, del Minsa.

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