La primera ministra británica, Theresa May, dijo en marzo que quería que su Gobierno presentara un plan a largo plazo para el gasto en salud ante la creciente preocupación por el estado de una de las instituciones más queridas en el país.
En este período los productos sanguíneos suministrados al Servicio Nacional de Salud estatal estaban contaminados con virus como el VIH o la hepatitis C e infectaron a miles de personas con hemofilia y otros trastornos hemorrágicos.