Casarnos ya no nos hace más saludables (y no sabemos por qué)
La relación de una buena salud y el matrimonio era una de esas cosas que, de tanto repetirse, se daban por sentado. A lo largo de los años, diversos estudios demostraron, una y otra vez, que las personas casadas eran mucho más saludables que los solteros. Una vida más larga, menos ataques al corazón y derrames y un riesgo menor de sufrir depresión se relacionaron con una pareja estable.
Sin embargo, un estudio recientemente publicado en el journal Social Science Quarterly sugiere que esta realidad se ha difuminado con el tiempo, hasta hacerse casi inexistente. El estudio, que evaluó parejas nacidas entre 1955 y 1984, encontró que para los más jóvenes, ese anhelado beneficio en la salud no es el mismo que para sus padres.
El autor del trabajo, Dmitry Tumin, del Ohio State University College of Medicine, analizó los datos del Panel de Estudio de las Dinámicas de Ingresos (PSID por sus siglas en inglés), una encuesta que realizan organismos oficiales de Estados Unidos cada dos años. Tumin tomó los datos de los 12.373 individuos (6.222 hombres y 6.151 mujeres) que participaron en la encuesta en el último año, y lo comparó con datos previos.
En el paper, el profesor Tumin señala que para las parejas incluidas en su estudio, el efecto benéfico del matrimonio sólo fue visible tras diez años, y solo se manifestó en las mujeres. En las nuevas generaciones de mujeres, este efecto se atenuó tanto que el sociólogo asegura que “no experimentaron ningún efecto protector del matrimonio”.
Esta tendencia no es nueva. En 2008, explica Tumin, se publicó un estudio que recogió encuestas desde 1972 hasta 2003, en las que se les preguntó a hombres casados y solteros sobre su salud en general. Los investigadores se dieron cuenta de que conforme pasaban los años, la diferencia en estos reportes se hacía cada vez más pequeña.
Luego, en 2010 y 2012 se publicaron dos estudios que demostraron que el matrimonio no siempre era mejor para la salud, sino que podía relacionarse con un mayor riesgo de padecer obesidad. Y, en 2014, un estudio hecho por profesores de la Universidad de Dew y del Laffayette College, en Estados Unidos, encontró que “los beneficios de cohabitar con alguien se ven a partir de los 45 años en hombres y mujeres, nunca haberse casado no es peor para la salud y el divorcio daña de forma marginal la salud de los hombres jóvenes”.
Tumin intenta esbozar algunas ideas de porqué se está perdiendo –si es que no ha desaparecido del todo– el efecto protector del matrimonio. Para él, el cambio cultural y la forma como ha cambiado el significado del matrimonio tiene mucho que ver. Primero, el hecho de que cada vez sea menor el estigma sobre los solteros –especialmente hombres– ayuda a que la salud mental de estos mejore, acortándose la brecha con los casados.
Por otra parte, el fenómeno de cohabitar con amigos, o roomies, cada vez es más común, “lo que puede significar que los adultos jóvenes están buscando en los amigos y la familia el soporte social que en otras circunstancias habrían obtenido a través del matrimonio”. De forma similar, explica Turim, un estudio de 2013 encontró que los más jóvenes ya no se apoyan económicamente en un conjugue para proteger su salud, sino que lo hacen en sus padres. En ese contexto, estar soltero no implica una menor ayuda económica para cuidar la salud.
Además, el hecho de que las parejas vivan en unión libre antes de casarse hace que los efectos del matrimonio en la salud se vea atenuado, pues no hay transición tan extrema de la soltería a la cohabitación con otra persona. “Una cohabitación previa al matrimonio podría implicar cambios más graduales en la salud”, señala el sociólogo en su artículo.
Y, por si fuera poco, varios estudios han concluido que en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI, la gente siente que existen más conflictos entre el hogar y el trabajo, y que cada vez pasan menos tiempo con su pareja. Tumin señala que estos dos fenómenos pueden hacer que las parejas perciban al matrimonio como una fuente de estrés, y no como un guardian de su salud.
Pero no todas son malas noticias. Si bien queda en entredicho el beneficio para la salud en general del matrimonio, los datos a favor del mismo siguen siendo robustos en aspectos como la salud mental, los hábitos saludables –como evitar el alcohol y las drogas– o la medición objetiva de la incidencia de ciertas enfermedades –como las cardiovasculares– .
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