La siquiatría del posconflicto: ¿qué atención deben recibir las víctimas?
De acuerdo a los anuncios del Gobierno de Colombia y las Farc, este año se lograría el acuerdo de paz. La doctora Carolina Corcho analiza el tema de mayor desafío social y ético en este campo de la salud.
Carolina Corcho* para El Espectador. El tema de mayor desafío social y ético para las siquiatría colombiana tiene que ver con una reflexión que le permita interrogarse a sí misma como disciplina para afrontar los requerimientos del posacuerdo o también llamado posconflicto ante la anhelada firma del proceso de paz en Colombia, que en su quinto punto de discusión en La Habana contempla el reconocimiento de las víctimas en la lógica de restituir sus derechos, repararlas, acceder a la verdad y promover un proceso de reconciliación nacional.
De acuerdo al último censo dado en 2015 por parte de la Unidad para las Víctimas, existe un registro de 7.620.114 víctimas en Colombia, casi un millón con familiares que fueron asesinados y más de seis millones que fueron víctimas del desplazamiento forzado. Una cifra superior a los refugiados que se calculan ingresan a Europa a causa de las guerras civiles del medio oriente.
El desplazamiento forzado genera una perspectiva de desarraigo, desesperanza, incertidumbre que se manifiesta con ansiedad y minusvalía ante la ruptura abrupta con el territorio geográfico, social, político, simbólico en donde se construyó la vida y se visionó el futuro. En donde no sólo surten los duelos y crisis emocionales individuales, sino que se construyen heridas colectivas, allí donde la guerra rompe los tejidos sociales de las comunidades, sus maneras de relacionarse, de construir la solidaridad y los proyectos conjuntos. Esto último se ha documentado con los recientes asesinatos de líderes de organizaciones sociales, defensoras de derechos humanos, organizaciones campesinas, indígenas que son los esfuerzos colectivos de las comunidades para sobrevivir a la guerra.
El Grupo de Memoria Histórica ha documentado en los últimos 30 años, 66 mil desaparecidos, lo que se traduce en pérdidas ambiguas, es decir, una experiencia de duelo complicado por la permanente incertidumbre sobre lo que pudo pasar con la persona, la ausencia de un cuerpo o una evidencia sobre la cual construir un proceso de duelo es uno de los estados más difíciles que puede afrontar un ser humano. De otro lado, el cuerpo de las mujeres, niñas y niños se ha convertido en territorio del conflicto armado, en el amparo de una cultura patriarcal que se expresa en violencia sexual que entre 2007 y 2012 se registraron por lo menos 48.915 en menores de 18 años, con los efectos que estos actos traen en la configuración de la personalidad, los estados depresivos y ansiosos que estos hechos pueden ocasionar con el establecimiento de un riesgo suicida.
Desde esta perspectiva, el abordaje de las víctimas obliga a ampliar el marco morbicéntrico y medicalizante en la que se ha situado la siquiatría en los últimos años, dado que muchos de ellas no son diagnosticables dentro del marco nosológico establecido en los manuales de clasificación de trastornos mentales, dicho de otra manera, el hecho de que muchas de estas personas no tengan un diagnóstico siquiátrico, no significa que no requiera una intervención en el ámbito de la salud mental.
El enfoque predominante de la siquiatría ha centrado el interés en el tema de la violencia en relación con el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático (PTS), que de hecho es una patología de mayor prevalencia en los victimarios y ha concitado el interés en los servicios militares de los Estados Unidos por el impacto que tiene en los soldados que han librado las batallas que ha adelantado los norteamericanos en el mundo. Por supuesto que debe ser de nuestro interés preguntarnos por las propuestas terapéuticas que tenemos para la reincorporación de los victimarios a la vida civil, pero en un sentido prioritario la sociedad colombiana en el marco de las negociaciones solicita verdad y reparación para las víctimas como un paso para la reconciliación y la consolidación de la paz.
De otro lado, el enfoque que predomina en la siquiatría ha transitado en los últimos 22 años de la mano de un sistema de salud que en la práctica es de aseguramiento comercial, que confina la práctica médica a un ejercicio individual, fragmentado, sometido a las presiones eficientistas de los extractores de renta por la venta de servicios de salud, que tendrá el desafío de transformarse dado que la atención de las víctimas en el marco del enfoque psicosocial que postula la ley 1448 implica no solo una intervención individual, sino el desplazamiento de equipos de salud a los territorios del conflicto en donde se encuentran las poblaciones afectadas, y en donde se requiere facilitar la elaboración de los duelos colectivos y la emergencia de alternativas para sus individuos y las comunidades, lo que requiere que el personal de salud más allá de hacer un conjunto de actividades en el marco de un plan de beneficios facturable, deberá generar dinámicas de trabajo con las comunidades para garantizar sus derechos, lo que rebasa la actuales posibilidades y la vocación de las Empresas Promotoras de Salud EPS y requerirá un mayor esfuerzo del estado a través de los entes territoriales quienes deberían dirigir estas intervenciones.
La atención de las víctimas va a requerir trasegar en el sentido en que ha avanzado la siquiatría en algunos países de Europa que incorporaron la crítica del movimiento de la antipsiquiatria dirigido a la más polémica disciplina médica, en donde le cuestionan una alianza con la industria farmacéutica, la crítica a la institución manicomial que Michel Foucault denominaría como una de las “instituciones totales” por el control social que se ejerce sobre la vida de los individuos con el establecimiento de etiquetas diagnósticas que pueden generar estigmas.
Esto ocasionó entre otras cosas, que en diversos países se hayan construido modelos de siquiatría comunitaria y social, donde el personal interviene en los territorios buscando una efectiva incorporación a la vida social de las personas, evitando al máximo las hospitalizaciones mediante detección temprana de riesgos e intervenciones transdisciplinarias, en Colombia esto requerirá un revisión de los procesos de formación del personal de salud mental y un replanteamiento del sistema de salud actual que privilegia las intervenciones hospitalarias, está centrado en la enfermedad y por las presiones del mercado farmacéutico incentiva el uso excesivo de medicamentos.
*MD Siquiatra, Universidad Nacional de Colombia
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