Anticonceptivos y política pública
Los métodos anticonceptivos, desde el punto de vista de la ciencia médica han evolucionado de manera vertiginosa en las últimas décadas, ofreciendo a la población cada vez más métodos, más eficaces, con menos riesgos, así como efectos colaterales cada vez más tolerables.
Por supuesto, la ciencia tiene pendiente ofrecernos métodos reversibles para los hombres, además del condón, pero el camino se encuentra avanzado de forma que los veremos pronto en el comercio. Desde el diseño de la primera píldora anticonceptiva en los años sesenta a la fecha, se han hecho enormes aportaciones en el campo. El día de hoy, los profesionales de la medicina contamos con un arsenal cuantioso para ofrecer a las mujeres, desde una píldora del día siguiente de probada eficacia como el ulipristal, hasta modernos dispositivos intrauterinos que contienen hormonas, impidiendo la fertilización e incrementando su eficacia en comparación con los de cobre.
Contemplando los hechos científicos descritos, parece un absurdo que en México se haya incrementado la demanda insatisfecha de métodos de control natal, además de ser testigos del incremento del embarazo adolescente con las terribles consecuencias en términos de perpetuación de la pobreza por razones obvias: esa mamá adolescente carece de la madurez para educar a un hijo, carece también de los recursos, la educación y los elementos mínimos para ofrecer manutención razonable a una nueva persona.
La explicación del aparente incomprensible fenómeno, gira en torno al conservadurismo que ha dominado el escenario político de los últimos tres sexenios, de tal forma, que se han boicoteado todos los elementos necesarios para atajar el problema. Desde la educación básica, a la que se ha negado la inclusión de elementos de salud sexual y reproductiva hasta la carencia de programas exprofeso en muchas facultades de medicina, cuyos propietarios tienen una identificación con la iglesia católica, o es el propio clero quien las posee. Adicionalmente, se ha bloqueado el acceso a los métodos modernos permitiendo corruptelas locales respecto de los programas de gobierno, seguramente a sabiendas de que eso solamente provocaría la falta de eficacia. El hecho final es que el día de hoy, las unidades sanitarias de nivel primario, carecen de condones, pastillas o dispositivos para ofrecerle a la población, especialmente en las zonas más pobres del país; donde resulta más urgente la disponibilidad. Si pretendemos como sociedad disminuir el número de embarazos no programados, así como el de abortos, necesitamos corregir urgentemente todo lo que se ha hecho en las últimas dos décadas, desde la política educativa y sanitaria. Hace falta de plano un manotazo en la mesa desde los más altos niveles de la autoridad federal para cambiar el rumbo del desastre provocado por las últimas administraciones, lo que además aportará también a la deseada disminución en la mortalidad materna. Ojalá podamos apreciar un cambio pronto.
Comentarios