Comer para morir
Ella tiene 18 años; el médico le diagnosticó prediabetes, por lo que debe seguir un régimen alimenticio estricto: cero azúcar, no pan, no carbohidratos, nada de esto, nada de aquello... Ella misma cuenta que cuando era niña podía comer media torta y una barra entera de chocolate; sus padres le daban gusto y nadie pensó en las consecuencias.
A los padres de una adolescente de 14 años el médico les anunció que su hija tiene hígado graso muy avanzado, enfermedad relacionada con el desmedido consumo de comida chatarra. Otro niño de 12 años con exceso de peso se lamenta de la dieta que debe seguir luego de que la directora del colegio donde estudia llamó a sus papás para hacerles notar la dificultad que tiene su hijo para respirar y caminar. Al disgusto por todo lo que debe dejar de comer se suma la urgente necesidad de realizar ejercicio diario, un verdadero sacrificio para quien permanecía hasta seis horas diarias consumiendo videojuegos, una bolsa de papas fritas, sándwiches cargados de grasa y salsas a libre demanda.
Como las caras opuestas de una moneda, está la historia contraria, el niño de 11 años que aparenta tener siete por su baja estatura; está extremadamente delgado y pálido. Claro que él no tiene videojuegos, su principal ocupación es ayudar a su madre lavandera a cargar ropa, tiene cuatro hermanitos y son huérfanos de padre, en su hogar nunca sobra la comida, que siempre repite fideo o arroz con papa. De vez en cuando hay un poquito de carne, pero toma leche regularmente cuando hay clases. La misma situación vive una niña de 12 años. Sus padres son alcohólicos y ella tiene que arreglárselas como puede para comer lo que encuentra; por tanto, un día hay más suerte que otro.
En ambos casos, los niños que comen demasiada comida chatarra y los que se duermen con hambre, comen mal; y las consecuencias afectan a toda la sociedad boliviana. Por ese motivo, la ingesta de alimentos saludables determinadas veces al día y en cantidades recomendadas es un tema de salud pública que no se puede seguir descuidando.
Según datos del Ministerio de Salud de Bolivia, cada año aumentan 70.000 nuevos casos de diabetes; entretanto, la obesidad se incrementa, lo que no es señal de buena salud, sino todo lo contrario. Según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la desnutrición en Bolivia ha disminuido en los últimos 20 años del 30% al 19%, aunque ésta aún persiste y es un factor que impide el desarrollo normal de los niños. ¿Qué estamos comiendo los bolivianos? ¿Cuántas personas en nuestra familia están con sobrepeso? ¿Cuánto ejercicio hacemos? ¿Cuánta verdura y fruta comemos? ¿Variamos nuestra alimentación? Los niños y adolescentes bolivianos están comiendo muy mal.
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