El "precio" de las licencias de maternidad para las mujeres en Colombia
La ampliación de las licencias, de 14 a 18 semanas en la legislación del país, se ha aplaudido con razones, pero necesita repensarse. Los resultados de una investigación previa publicada en el BID concluyeron que afecta las posibilidades laborales de las jóvenes.
Natalia Ramírez Bustamante, El Espectador. La reciente ampliación de la licencia de maternidad, de 14 a 18 semanas en la legislación colombiana, se ha celebrado con razón. Es una medida de la cual se beneficiará el conjunto de la sociedad. Los estudios indican que con una mayor licencia los niños de estas madres crecerán más sanos. Eso es una inversión enorme en el futuro del país. Sin embargo, poco se ha reparado en los efectos negativos que tiene continuar con la ampliación de esta medida de protección para las mujeres exclusivamente. Paradójicamente, extender la licencia de maternidad podría terminar penalizando a las mujeres que buscan trabajo y, por extensión, desincentivan la maternidad.
Un estudio publicado por Ana María Tribín, Natalia Ramírez y Carmiña Vargas -investigadoras del Banco de la República de Colombia- mostró que la extensión de la licencia de maternidad realizado en 2011, cuando pasó de 12 a 14 semanas, tuvo un efecto negativo en la posibilidad de emplearse de las mujeres en edad reproductiva. Esos resultados podrían dar luces sobre el efecto previsible de la extensión realizada recientemente para los años venideros.
A pesar de esto, sí hay razones para celebrar. Las licencias de maternidad generan beneficios para toda la sociedad que superan con creces su costo económico. Contar con licencias de maternidad está asociado con una reducción de muertes de lactantes, un aumento de la probabilidad de que los bebés tengan consultas médicas periódicas y reciban el esquema de vacunas a tiempo. Además, la lactancia está relacionada con una mayor inmunidad a infecciones para los bebés, reducción en la incidencia de asma y obesidad, y el desarrollo de mejores capacidades intelectuales y motoras de los niños que han sido amamantados.
En términos de salud de las madres, la lactancia está asociada con una reducción en la posibilidad de desarrollar cáncer de seno y de ovarios, diabetes tipo 2 y problemas de corazón como lo demostró el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
Por todo, la Organización Mundial de la Salud ha recomendado un período de dos años de lactancia para los recién nacidos. Sumado a esto, algunos estudios muestran que contar con una licencia de maternidad incrementa las probabilidades de las mujeres de regresar al trabajo. Entonces, estas son, sin duda, razones que explican el interés general de ampliar la licencia.
Sin embargo, en este cálculo de beneficios para todos, muchas veces quedan por fuera los costos adicionales que asumen las mujeres en edad reproductiva, incluso al recibir protecciones especiales. Por eso, con el fin de determinar el impacto de la ampliación de la licencia de maternidad de 12 a 14 semanas realizada en 2011, en el artículo “Maternidad y mercados laborales, el impacto de la legislación en Colombia”, publicado por el BID, se evaluó el efecto de la extensión sobre los resultados laborales de las mujeres. Este período de licencia contrasta con el de licencia de paternidad, que es de ocho días laborales después del nacimiento del bebé.
Para estimar el efecto de esta legislación, se compararon los resultados laborales de dos grupos de mujeres: las afectadas directamente por la nueva ley (aquellas entre los 18 y 30 años de edad, asociadas con altas tasas de fertilidad) con aquellas a quienes la legislación no afecta (aquellas entre los 40 y 55 años de edad, asociadas a bajas tasas de fertilidad). Debido a la alta relación entre la tasa de fertilidad de una mujer y su edad, los individuos tienden a usar la edad de la mujer como un predictor de su probabilidad de quedar embarazada en el futuro cercano. Independientemente de las preferencias y decisiones de cada mujer, un empleador potencial podría atribuirle una alta probabilidad de que quede embarazada (o no) simplemente por su edad.
Nuestros resultados indican que debido a la extensión de dos semanas en el período de licencia, las mujeres en edad de alta fertilidad experimentaron, en cada mes, peores resultados en el mercado laboral que aquellas mujeres asociadas con bajas tasas de fertilidad. Por consiguiente, se encontró que es más probable que las mujeres en edades entre los 18 y 30 años terminen no participando en el mercado laboral o que estén empleadas en trabajos informales o por cuenta propia.
También se compararon los resultados laborales de mujeres entre los 18 y 30 años con los de hombres en el mismo grupo de edad, a quienes el cambio en la legislación no aplica. En cada mes estas mujeres tienen una probabilidad más alta de estar desempleadas, o en actividades informales o por cuenta propia, así como de recibir salarios más bajos, comparado con los hombres en el mismo grupo de edad.
Se realizaron diferentes pruebas para comprobar que estos peores resultados laborales para las mujeres entre los 18 y 30 años son realmente consecuencia de la extensión en el período de licencia de maternidad. En una de ellas se compararon los resultados laborales de hombres entre 18 y 30 años con los de hombres entre 40 y 55 años. A diferencia de los resultados para mujeres, encontramos que para los hombres entre 18 y 30 años no hubo ningún cambio en los resultados de mercado laboral. No se afectaron sus probabilidades de participación, o de estar desempleados, o en la informalidad, o trabajar por cuenta propia.
La conclusión de nuestro estudio fue que la protección es eficaz para proteger el empleo de las trabajadoras ya enganchadas laboralmente, pero podría constituir un obstáculo para la empleabilidad de mujeres jóvenes, especialmente si esta protección pesa únicamente sobre las mujeres y no sobre los hombres.
Nuestra investigación indica que quienes están asumiendo los costos laborales y sociales de la maternidad son las mujeres, lo que se manifiesta en peores resultados laborales que los de sus pares hombres. Pero el asunto de fondo aquí no son únicamente los derechos de las mujeres. Por el contrario, este asunto envuelve una pregunta más amplia para las sociedades modernas que consiste en evaluar los factores asociados a la reproducción humana, y quiénes asumen estos costos.
Estudios adelantados por académicos como Mary Brinton, de la Universidad de Harvard, han demostrado que cuando las mujeres perciben altos costos sociales y laborales asociados con la maternidad, su preferencia por la maternidad tiende a decrecer, reduciendo así las tasas de natalidad en sociedades posindustriales, a lo que se ha denominado la “bomba de tiempo demográfica”. En Colombia, por ejemplo, la última encuesta de Demografía y Salud muestra que la tasa de fecundidad en el país se redujo de 2,4 a 2,1 en el período 2010-2015, alcanzando el estándar mínimo de reemplazo de la población. Estos cambios son problemáticos no sólo porque evidencian restricciones a la decisión de las mujeres sobre si ser madres o no, sino porque nuestros sistemas de seguridad social dependen del crecimiento de la población y de una clase trabajadora joven que entre a reemplazar a la población que se retira.
Pese a ello, la existencia de este tipo de protecciones a la maternidad es importante, pero deberían ser complementadas por protecciones en condiciones y extensión similar para los padres, lo cual promovería una verdadera socialización de la reproducción humana y arreglos menos orientados por el género, y más por la importancia de la presencia de ambos padres en los primeros meses de vida de los hijos. A su vez, una licencia de similar extensión para ambos padres promovería un cambio cultural en nuestra sociedad mandando el mensaje social de que la reproducción humana es una cuestión cuyos costos debemos asumir todos como conglomerado social, y no únicamente las mujeres en sus cuerpos y su capacidad para desarrollarse laboralmente.
En conclusión, ampliar las licencias de maternidad presenta beneficios para el recién nacido y la nueva madre, así como ventajas de largo alcance en términos de salud y desarrollo de las madres y los hijos. Esto nos beneficia a todos. Pero su promoción, exclusivamente para las mujeres, hace queasuman costos desproporcionados que se traducen en peores resultados laborales. Eso penaliza a las mujeres. Lo que al final desincentiva la procreación, de la cual depende tanto la subsistencia de nuestro sistema de seguridad social, como en últimas el mantenimiento de la especie. Esto nos interesa a todos.
Por lo tanto, una solución a explorar para balancear las cargas, y socializar los costos de la reproducción, podrían ser las licencias “parentales” que benefician a hombres y mujeres en condiciones similares, como las adoptadas, entre otros países, en Noruega, Suecia y Finlandia. Y sobre todo, mandan el mensaje social de que la reproducción y sus costos son una cuestión tanto de hombres como de mujeres.
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