Calidad del aire, el enemigo también está dentro de las casas
La semana pasada, el director del Departamento Nacional de Planeación en Colombia, Luis Fernando Mejía, expuso en la Universidad de los Andes la sucia realidad del aire que respiramos los colombianos. Unas pocas cifras son suficientes para dejar a cualquiera sin aliento: el 87 % de la población colombiana vive en lugares donde los niveles de calidad del aire son perjudiciales para la salud; 8 mil muertes al año estarían relacionadas con la baja calidad del aire; y el costo para el país de este problema está cerca del 2 % del PIB. Una barbaridad.
Al tiempo que Planeación Nacional presentaba su informe “Calidad del Aire - Una prioridad de política pública en Colombia”, en la revista Science un grupo de 20 investigadores afiliados a algunas de las más prestigiosas universidades de Estados Unidos presentaron los resultados de una investigación que titularon “Productos químicos volátiles que emergen como la mayor fuente petroquímica de emisiones orgánicas urbanas”.
Detrás del título, un tanto críptico, los científicos intentaban llamar la atención sobre un serio problema relacionada con la calidad del aire en las ciudades y que Planeación Nacional aún está lejos de considerar en sus cuentas: perfumes, desodorantes, champús, tintas de impresión, adhesivos, pesticidas, cosméticos y productos de limpieza, todos juntos, millones y millones de ellos por todas partes, generan compuestos químicos volátiles que están contribuyendo a la contaminación del aire urbano tanto como las emisiones de los coches.
Se estima que tan sólo el 5 % del petróleo se refina para obtener ingredientes para la fabricación de estos productos, frente al 95 % que se destina a los combustibles. Sin embargo, al revisar datos en la ciudad de Los Ángeles, los investigadores encontraron que ambas fuentes aportaban casi la misma cantidad de material particulado P.M 2.5 (las partículas flotantes más pequeñas suspendidas en el aire y por lo tanto las más peligrosas). Mientras el diámetro de un pelo humano es de 0,07 mm, el de estas partículas es 28 veces menor.
Una aclaración importante: en ciudades como Los Ángeles, los vehículos y las industrias emiten cada vez menos material particulado, gracias a las nuevas tecnologías y la implementación de normas estrictas.
“Es sorprendente. Llevamos seis o siete años debatiendo entre nosotros si era posible. Y yo era de los que decían que no era posible”, explicó al diario El País de España el ingeniero químico José Luis Jiménez, coautor del estudio.
Una aclaración importante: en ciudades como Los Ángeles, los vehículos y las industrias emiten cada vez menos material particulado, gracias a las nuevas tecnologías y la implementación de normas estrictas. En Colombia, los buses, automóviles, motos y chimeneas de gran parte de la industria lanzan al aire toneladas de partículas sin control. Esto ha hecho que el problema de los otros contaminantes emerja en esas ciudades, mientras en las nuestras, a pesar de existir, permanece aún detrás de una cortina de humo.
Ricardo Morales, profesor e investigador de la Universidad de los Andes, quien trabaja en calidad del aire, lo explica de forma sencilla: “Nuestro problema es el que se vivió en Estados Unidos y Europa hace 30 años. Nuestro problema mayor sigue siendo el de las emisiones primarias”. Se refiere a que aquí las carreteras siguen llenas de huecos que dispersan partículas al aire cuando son transitadas, cientos de industrias usan sistemas de chimeneas arcaicos y los buses obsoletos se pasean frente a la narices de todos. Si no hemos logrado controlar las partículas más grandes, a las que los expertos se refieren como PM 10, por ahora hay poca esperanza de controlar las más pequeñas.
Morales explica que en Bogotá no existe ni una estación de monitoreo del aire equipada para medir compuestos orgánicos. Sólo se obtienen mediciones de las partículas más grandes PM 10 y desde hace poco de P.M 2.5 (pero no registran los compuestos orgánicos volátiles). “Mientras más pequeñas las partículas, más perjudiciales son”, aclara.
Para Ómar Ramírez, experto en calidad del aire de la Unad, el gran aporte del trabajo publicado en Science es “descubrir esas fuentes y llamar la atención sobre ellas. Eso no quiere decir que dejemos de mirar el tráfico. Pero tenemos que entender que el problema no es sólo autos, o de la industria, sino que lo tenemos en la casa”. Ramírez coincide con su colega de los Andes en que en Colombia ni siquiera hemos resuelto lo básico. “Eso no se mide en Colombia ni en medio mundo”, dice, y llama la atención sobre la importancia de que las instituciones oficiales se acerquen más a las universidades para llenar los huecos de información de forma conjunta.
En el cartel de “asesinos ambientales” la exposición al aire contaminado ocupa el quinto lugar después de la desnutrición, malas dietas, presión arterial alta y tabaco. La mala noticia es que el asesino silencioso, el aire contaminado, no está sólo en las grandes avenidas, sino también dentro de la casa.
Comentarios