Cómo podemos proteger nuestro cerebro de la pérdida de memoria y la demencia
A medida que envejecemos tenemos un mayor riesgo de desarrollar deficiencias en áreas de la función cognitiva, como la memoria, el razonamiento y la habilidad verbal. También tenemos un mayor riesgo de demencia, que es lo que llamamos deterioro cognitivo que interfiere con la vida cotidiana. La trayectoria de este declive cognitivo puede variar considerablemente de una persona a otra.
A pesar de estas diferentes trayectorias, una cosa es segura: incluso las personas cognitivamente normales experimentan cambios patológicos en su cerebro, incluyendo degeneración y atrofia, a medida que envejecen. En el momento en que una persona llega a la edad de 70 a 80, estos cambios se parecen mucho a los que se ven en los cerebros de las personas con enfermedad de Alzhéimer.
Aun así, muchas personas son capaces de funcionar normalmente en presencia de daño cerebral significativo y patología. Entonces, ¿por qué algunos experimentan síntomas de Alzhéimer y demencia, mientras que otros permanecen agudos de mente?
Se reduce a algo llamado reserva cognitiva. Este es un concepto utilizado para explicar la capacidad de una persona para mantener la función cognitiva normal en presencia de patología cerebral. Para decirlo simplemente, algunas personas tienen mejor reserva cognitiva que otras.
La evidencia demuestra que la extensión de la declinación cognoscitiva de alguien no ocurre en línea con la cantidad de daño biológico en su cerebro mientras que envejece. Más bien, ciertas experiencias de vida determinan la reserva cognitiva de alguien y, por lo tanto, su capacidad para evitar la demencia o la pérdida de memoria.
¿Como sabemos?
Ser educado, tener niveles más altos de interacción social o trabajar en ocupaciones cognitivamente exigentes (roles gerenciales o profesionales, por ejemplo) aumenta la resiliencia al deterioro cognitivo y a la demencia. Muchos estudios han demostrado esto. Estos estudios siguieron a las personas durante un número de años y buscaron signos de que desarrollaran deterioro cognitivo o demencia en ese período.
Tradicionalmente, la reserva cognitiva se mide y cuantifica a partir de autoinformes de experiencias de vida, tales como el nivel de educación, la complejidad ocupacional y el compromiso social. Si bien estas medidas proporcionan una indicación de reserva, sólo tienen un uso limitado si queremos identificar a aquellos que están en riesgo de declinación cognitiva. Obviamente, las influencias genéticas desempeñan un papel en nuestro desarrollo cerebral e influirán en la resiliencia.
Plasticidad cerebral
Los mecanismos cerebrales fundamentales que sustentan la reserva cognitiva aún no están claros. El cerebro está formado por redes complejas y ricamente interconectadas que son responsables de nuestra capacidad cognitiva. Estas redes tienen la capacidad de cambiar y adaptarse a las demandas de las tareas o daño cerebral. Y esta capacidad es esencial no sólo para la función normal del cerebro, sino también para mantener el rendimiento cognitivo en la vida posterior.
Esta adaptación se rige por la plasticidad cerebral. Esta es la capacidad del cerebro para modular continuamente su estructura y función a lo largo de la vida en respuesta a diferentes experiencias. Por lo tanto, la plasticidad y la flexibilidad en las redes cerebrales probablemente contribuyen en gran medida a la reserva cognitiva y estos procesos están influenciados por perfiles genéticos y experiencias de vida.
Un foco importante de nuestra investigación es examinar cómo la conectividad cerebral y la plasticidad se relacionan con la reserva y la función cognitiva. Esperamos que esto ayude a identificar una medida de reserva que identifique con fiabilidad a las personas en riesgo de deterioro cognitivo.
Fortalecer tu cerebro
Aunque hay poco que podamos hacer acerca de nuestro perfil genético, adaptar nuestros estilos de vida para incluir ciertos tipos de comportamientos ofrece una oportunidad significativa para mejorar nuestra reserva cognitiva.
Las actividades que involucran a su cerebro, como aprender un nuevo idioma y completar crucigramas, además de tener altos niveles de interacción social, aumentan la reserva y pueden reducir el riesgo de desarrollar demencia.
La actividad física regular también mejora la función cognitiva y reduce el riesgo de demencia. Lamentablemente, hay poca evidencia disponible para sugerir qué tipo de actividad física, así como la intensidad y la cantidad, se requiere para aumentar mejor la reserva y proteger contra el deterioro cognitivo.
También hay evidencia creciente de que ser sedentario durante largos períodos del día es malo para la salud. Esto podría incluso deshacer cualquier beneficio obtenido de los períodos de actividad física. Por lo tanto, es importante entender cómo la composición de la actividad física a lo largo del día afecta la salud y la reserva del cerebro, y este es un objetivo de nuestro trabajo.
Nuestros estudios en curso deben contribuir al desarrollo de guías basadas en la evidencia que proporcionen consejos claros sobre patrones de actividad física para optimizar la salud y la resiliencia del cerebro.
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