La pareja colombiana que quiere derrotar al párkinson

Miércoles, 27/09/2017
Por encontrar una posible terapia para esta enfermedad y la leucemia, Carlos Vélez Pardo y Marlene Jiménez del Río fueron reconocidos por segunda vez con el Premio Nacional Alejandro Ángel Escobar.
El Espectador

Que Carlos Vélez Pardo y Marlene Jiménez del Río trabajen desde 1997 en la Universidad de Antioquia, Colombia, no es ninguna casualidad. Antioquia es uno de los departamentos que más incidencia de párkinson tienen. Es más, uno de sus municipios, Peque, se convirtió en el lugar del mundo con mayor número de personas afectadas por párkinson juvenil, una enfermedad neurodegenerativa que ha cautivado a esta pareja de esposos por un largo tiempo.

El año en que se conocieron, Marlene lo recuerda con exactitud. Fue en 1982, cuando él estudiaba microbiología y ella bacteriología en la Universidad de los Andes. Aunque no cursaban el mismo pregrado, se empezaron a cruzar en algunas clases y prácticas de laboratorio. Así, además de gustarse mucho, se dieron cuenta de que compartían la pasión por la biología molecular y la idea de irse un tiempo del país para hacer un doctorado.

Lo último lo lograron unos años después. El primero en irse a cursar una maestría a la Universidad Libre de Bruselas en Bélgica fue Carlos, y Marlene lo alcanzó un año más tarde. Después, esta vez del todo juntos, empezaron a realizar el doctorado en neuroquímica en el laboratorio de bioquímica de proteínas del profesor Georges Vauquelin.

Bajo la protección de Vauquelin, a esta pareja se le despertó el interés por el párkinson y el alzhéimer, pues ambas enfermedades tienen que ver con el estrés oxidativo: un desbalance que se debe a una producción excesiva de toxinas en el organismo y la poca capacidad de éste para removerlas. La diferencia es que, mientras en el párkinson se afectan las neuronas dopaminérgicas, relacionadas con la movilidad, el alzhéimer ataca las neuronas colinérgicas en el hipocampo.

Por esto, cuando los invitaron a trabajar en la universidad que tiene sede en el departamento con el mayor número de casos en Colombia, no lo dudaron mucho. El trabajo que han realizado allí a lo largo de 20 años los ha llevado a ser reconocidos con el Premio Nacional Alejandro Ángel Escobar en ciencias exactas, físicas y naturales, por segunda vez.

Una titánica investigación que, para entenderla, hay que explicarla desde el principio. “El párkinson es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que puede darse por estímulos ambientales o genéticos. Aquí, en Antioquia, predominan las que parten de la mutación en dos genes: la parkina y el LRK2”, comenta Carlos.

El primer paso, entonces, fue encontrar una ruta precisa para lograr que unas moscas, las Drosophila melanogaster, tuvieran esta enfermedad. A punta de prueba y error, Carlos y Marlene la descifraron: alimentaron a un grupo con paraquat y rotenona, dos herbicidas que les destruían las neuronas dopaminérgicas, “Ellas suelen escalar el tubo de abajo hacia arriba y podíamos ver cómo se quedaban quietas en el fondo, como congeladas”, recuerda Carlos.

Después empezaron a rastrear diferentes moléculas que les permitieran restituir esa pérdida motriz. Varias de ellas, que prefieren no mencionar aún, ya que se encuentran en desarrollo, han mostrado grandes avances.

Pero su trabajo no paró allí. De forma paralela, el grupo de investigación que lidera el matrimonio logró crear neuronas en sólo cuatro días, a partir de células madre obtenidas del cordón umbilical. Un proceso que agilizaron severamente si se tiene en cuenta que lo usual para obtener este tipo de células es un período de 15 días. Con este logro, además, se han dedicado a ver qué inhibidores de las proteínas que producen las mutaciones podrían servir para tratar la enfermedad. Es decir, ya descifraron tanto la ruta genética como la ambiental del párkinson y posibles moléculas que podrían detenerla.

Sin embargo, su último descubrimiento fue un gran salto: descifraron que la leucemia y el párkinson tienen la misma ruta molecular, por lo que, eventualmente, ambas enfermedades podrían tratarse con el mismo medicamento. “Tanto las neuronas como las células leucémicas parecen responder a estímulos de muerte y supervivencia, como el estrés oxidativo, de manera similar”, comenta Carlos.

“Pero hemos visto que, mientras el estrés oxidativo afecta las neuronas, mata las células leucémicas, así que debemos encontrar una molécula que proteja las neuronas, al reducirlo, mientras aumente en las células leucémicas”, agrega Marlene.

Llegar a saber cuánto faltaría para que esto pase o, incluso, para que puedan llevar sus hallazgos a ensayos con humanos está aún plagado de incertidumbre. Carlos es consciente de que para que esto suceda se necesitan recursos que, ad portas de un presunto recorte para la ciencia el próximo año, podrían estar escapándose de las manos.

El recuerdo del profesor Vauquelin vuelve a sus mentes, pues mucho ha cambiado desde que eran estudiantes en Bélgica. En esa época, era él quien tenía que preocuparse por buscar plata para el laboratorio, aunque en Bélgica una parte casi siempre estaba garantizada. Ahora, como profesores, a su trabajo como científicos y como padres de tres hijos, se ha sumado una tarea más: la de tocar varias puertas para asegurarse de que su titánica investigación no se quede quieta.

Comentarios