Reprogramar células cerebrales para tratar eficazmente el párkinson
La enfermedad de Parkinson es una patología degenerativa producida por la muerte de neuronas de la sustancia negra, encargadas de producir dopamina. Este neurotransmisor actúa en el circuito de los ganglios basales, cuya función primordial es el correcto control de los movimientos.
Aunque están disponibles varios tratamientos para los pacientes, incluyendo un fármaco precursor químico de la dopamina, por el momento ninguno cambia el curso de la enfermedad. A medida que los síntomas empeoran, los afectados pueden tener dificultades para caminar, masticar, tragar o hablar.
Ahora, investigadores del Instituto Karolinska en Estocolmo (Suecia) han liderado un estudio que muestra la creación de estructuras similares a las neuronas dopaminérgicas –que empiezan a morir conforme avanza la enfermedad–, mediante el tratamiento de células cerebrales no neuronales con una combinación específica de moléculas.
Los resultados, que se publican esta semana en la revista Nature Biotechnology, han sido probados tanto en células humanas cultivadas en el laboratorio como en un modelo de ratón con párkinson. Los expertos llevan trabajando varias décadas para desarrollar una terapia modificadora de la enfermedad en la que las neuronas dopaminérgicas o sus precursores se generen en el laboratorio y se trasplanten al cerebro.
Los autores de este nuevo trabajo describen un enfoque diferente al reemplazo celular que no requiere tal trasplante de células. Al probar una serie de genes importantes para la producción de dopamina, identificaron cuatro que, cuando se combinan con ciertas moléculas pequeñas, reprograman las células cerebrales llamadas astrocitos en células que se asemejan a las neuronas dopaminérgicas.
Para analizar el potencial terapéutico de la estrategia, los investigadores utilizaron una toxina para matar a las neuronas productoras de dopamina en ratones y luego usaron esos cuatro genes mediante un sistema diseñado para que se expresaran solamente en los astrocitos.
Así, los científicos consiguieron que algunos astrocitos fueran reprogramados con éxito, adquiriendo las características de las neuronas que producen dopamina y corrigiendo varios síntomas conductuales causados por su pérdida.
A pesar de los buenos resultados, los autores recalcan que se necesitarían “investigaciones adicionales sustanciales antes de que este enfoque pueda ser considerado para ensayos con seres humanos”.
Las cifras
Con una incidencia de una de cada 1.000 personas en todo el mundo, es la segunda enfermedad neurodegenerativa en mayores. Entre el 24 y el 53% de los casos son dependientes y el 50% de los cuidadores y familiares que están a su cargo tienen que dejar de trabajar.
Un paciente con párkinson puede desarrollar, entre 5 y 10 años antes del comienzo de los síntomas motores, muchos trastornos no relacionados con la motricidad. Los síntomas no motores pueden ser incluso más incapacitantes que los síntomas motores, tan característicos de esta enfermedad.
Los especialistas tardan una media de entre uno y tres años en ofrecer un diagnóstico. Hasta un 25% de los pacientes diagnosticados tienen en realidad otra enfermedad. En el 30-40% de los casos los pacientes no presentan temblor.
“Es importante detectar la enfermedad a tiempo porque existe un periodo en el que la respuesta al tratamiento farmacológico es excelente. Disponemos de un número considerable de terapias que consiguen mejorar los síntomas de la enfermedad y optimizar la calidad de vida de los pacientes durante varios años”, explica Javier Pagonabarraga Mora, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la SEN.
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