Confirmado: Consumir alimentos enlatados expone a potente hormona sintética
Estudio resuelve viejo debate más allá de cualquier duda. El Bisfenol A o BPA entra al cuerpo desde sopas, pastas, vegetales y frutas enlatadas.
Rob Jordan / Stanford News / Cluster Salud. Un nuevo estudio, realizado por investigadores de las universidades de Stanford y Johns Hopkins, puso fin a cualquier duda que pudiera quedar sobre si el consumo de alimentos en conserva aumenta, o no, la exposición a un producto químico relacionado con la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y otros impactos sobre la salud. La investigación, la primera de su tipo en usar una muestra a nivel nacional en los EE.UU., también determinó cuales son los alimentos enlatados específicos con los niveles más altos de la sustancia química llamada bisfenol A o BPA.
El trabajo destaca los desafíos que enfrentan los consumidores para tratar de limitar su exposición al citado BPA, químico que actúa como un disruptor del sistema hormonal del cuerpo, ya que es “leído” por éste como si fuese un estrógeno. Sucede que la sustancia es utilizada para hacer, entre otras cosas, las resinas que recubren el interior de latas o tarros de alimentos y tapas de frascos, y que les da su característico color blanco o claro. También es utilizado en envases de líquidos, en los botellones de policarbonato en las máquinas dispensadoras de agua. Desde allí es que migran a lo que comemos y bebemos. En la práctica, diferentes alimentos tienen diferentes cantidades de contaminación con BPA.
“Podría comerme tres latas de duraznos, y Ud. se podría comer una única lata de crema de champiñones y tener una mayor exposición que yo al BPA”, dice el autor principal, Jennifer Hartle, un investigador postdoctoral en el Centro de Investigación Preventiva de Stanford.
Hasta ahora, las investigaciones anteriores se habían centrado en el análisis de los niveles de BPA en los productos enlatados y la medición de su exposición dentro de grupos con menos de 75 personas. El nuevo análisis, en cambio, evaluó las fuentes de contaminación BPA y los niveles de BPA en la orina de miles de personas que han consumido alimentos enlatados, de diferentes edades y orígenes geográficos como socioeconómicos.
Los resultados son importantes. Los investigadores descubrieron que determinados tipos de alimentos enlatados estaban asociaron con mayores concentraciones de BPA en la orina, lo cual implica que (usando como unidad la medida de contenido de tarro o lata) los más contaminantes (en orden descendente) son: sopa, pasta, vegetales y frutas enlatadas.
La correlación es simple y directa. A más la comida enlatada consumida, mayor BPA encontrado. Estos resultados confirman la enorme influencia de la ingesta de alimentos en conserva de origen industrial sobre la exposición al químico.
Un estudio previo dirigido por el mismo Hartle, había determinado que los niños, que son especialmente susceptibles a las interrupciones de los mecanismos hormonales que provoca el BPA, corren el riesgo, además, por vía de las comidas escolares que a menudo provienen de latas y otros envases en los cuales se usa el producto. Esto es el resultado de esfuerzos de las escuelas para simplificar la preparación de alimentos y cumplir con los estándares federales de nutrición y mantenimiento de los costos bajos.
En 2015, como parte del Instituto Stanford Wood for the Enviroment´s Rising Enviromental Leaders Program, Hartle se reunió con los miembros del Congreso que están trabajando en regulación de BPA en los envases de alimentos.
Actualmente, California ha catalogado al BPA como tóxico para la reproducción femenina, y la Food and Drug Administration (FDA) ha restringido su uso en algunos productos para niños. Sin embargo, la FDA sigue trabajando para “responder a las preguntas clave y aclarar las incertidumbres sobre el BPA”, según el sitio web de la agencia.
“La FDA ya no permite que el BPA sea utilizado en los biberones o mamadera, tazas para bebés y preparados líquidos para lactantes que vienen enlatados, y muchas compañías de alimentos y bebidas se están alejando del uso de BPA”, recuerda Hartle. "Sin embargo, no sabemos tampoco si los reemplazos sintéticos BPA son seguros”, agrega.
Los investigadores sugieren que los reguladores federales ampliar las pruebas más allá de BPA a otros productos químicos utilizados como sustitutos de BPA en los envases de alimentos, ninguno de los cuales están incluidos en los estudios nacionales de vigilancia.
La preocupación por los efectos del bisfenol A no es menor: su presencia es casi universal en los EE.UU. Se encuentra en envases de pickles, en algunas cervezas, en spray de quesos, en envases de mantequillas de maní, en latas de aerosoles de cremas para tortas y cupcakes, y es sólo el comienzo de la lista. En consonancia con ello, la empresa que fabrica las célebre Campbell Soup, anunció que lo eliminará de sus productos el año próximo.
Parte no menor del problema con esta sustancia es que se encuentra en muchos envases plásticos hogareños, como los boles o luncheras con que muchos niños y adultos, por ejemplo, llevan comidas a sus trabajos o escuelas. La migración del BPA a guisos, sopas y postres es posible, aun cuando no se trate en este caso de un envasado masivo ni industrial, porque los detergentes usados para lavarlos lo liberan. Igual cosa ocurre si se calientan en un microondas o se colocan los alimentos calientes dentro de ellos. La solución es pasarse a contenedores de vidrio o cerámica. Si esto último no es posible, existen envases plásticos que no lo contienen. Aunque ello no se aclara en su etiquetado, de la clasificación de 1 a 7 de los plásticos, son estos últimos (7) los que suelen contenerlo, al igual que el PVC “flexible” y las resinas “epoxy”, de manera que ellos deben de ser evitados. También pueden estar en algunos plásticos del tipo 3.
Por si fuera poco, el bisfenol A se encuentra otro producto universal: en el recubrimiento de los papeles térmicos que entregan los cajeros automáticos de los bancos y de las facturas de los supermercados. No debe permitirse que los niños y niñas jueguen con ellos. Incluso, se ha afirmado, quienes trabajan entregándolos o recibiéndolos todo en sus jornadas laborales deberían moderar el contacto ya que la sustancia puede ser absorbida por la piel. El consumo global fue de 7,7 millones de toneladas el año pasado y se espera que este 2016 llegue a los 8 millones. Se trata de un mercado con un valor total de US$ 15.600 millones (2015) a 16.400 millones (2016), y que se espera se expanda a US$ 22.500 millones en 2022, cuando su producción escale a 10,6 millones de toneladas, según la consultora Reportlinker.
Con toda esa cantidad de BPA creado año a año no es raro que esté presente en cerca de 16.000 productos legales en Estados Unidos. En caso de que alguien decida investigar cuáles son los más contaminados para sacarlos de su mesa y paladar la ONG Environmental Working Group (EWG) decidió compilar una base de datos, con información aportada por las mismas empresas, para facilitar la tarea. Para los que prefieren darlo todo por perdido y ni siquiera la navegarán un poco, un par de consejos prácticos: eliminar o moderar al máximo las sopas que vienen en latas o listas para recibir agua hirviendo, y escaparle a cualquier bebida caliente (incluso té y café) servidos en vasos o tazas plásticas baratas, o que lleven los números 3 y 7 en sus bases. Sus hormonas se lo agradecerán.
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