Este es el panorama actual de las superbacterias
¿Cómo y por qué se vuelven las bacterias resistentes a los antibióticos?
Se trata de un proceso natural: las bacterias son seres vivos que se adaptan al medio para sobrevivir ante las amenazas. Los antibióticos suponen una amenaza para ellas. Por esa razón, desarrollan mecanismos para hacer frente a esas sustancias mortales.
¿Qué tipos de bacterias son resistentes?
Básicamente, cualquier bacteria puede volverse resistente a uno o a varios antibióticos. Las autoridades estadounidenses dicen que actualmente existen tres cepas bacterianas resistentes que suponen una "amenaza grave”. Se trata de la clostridium difficile, las enterobacterias resistentes a antibióticos de amplio espectro conocidos como carbapenemas y la neisseria gonorrhoeae.
La clostridium difficile provoca diarreas peligrosas y es, por propia naturaleza, resistente a muchos antibióticos. En el año 2000 apareció una cepa que además era también resistente a los antibióticos del grupo de las fluorquinolonas, con los que habitualmente se trataban este tipo de infecciones.
Las enterobacterias suelen habitar los intestinos, pero también pueden provocar septicemias mortales. Algunas se han vuelto resistentes prácticamente contra todos los antibióticos existentes, incluyendo los carbapenemas, que suelen considerarse como antibióticos de reserva, porque aún funcionan contra casi todas las cepas bacterianas.
La neisseria gonorrhoeae provoca gonorrea, una enfermedad de transmisión sexual. Un tercio de las bacterias que causan gonorrea ya son resistentes contra todos los antibióticos disponibles.
La bacteria llamada staphylococcus aureus (conocida también con la abreviatura MRSA) es causa frecuente de infecciones nosocomiales, es decir, contraídas en centros hospitalarios. Normalmente se trata de una bacteria inofensiva que vive en la piel humana, en la nariz y en la garganta, pero, en determinadas situaciones, pueden producir infecciones como sepsis, neumonías e infecciones en heridas.
La escherichia coli, una útil bacteria intestinal, puede causar también infecciones en las vías urinarias. Ya se han presentado casos de resistencias contra la medicación habitual para combatirla.
Las bacterias relacionadas con la tuberculosis que no reaccionan a la medicación suponen un peligro añadido. Según la Organización Mundial de la Salud, estas son responsables del 3,5 por ciento de las nuevas infecciones en el mundo. Algunas cepas bacterianas que provocan tuberculosis son resistentes hacia todos los medicamentos disponibles.
Además existen parásitos, como el agente patógeno de la malaria, así como virus, como el VIH, y hongos, como la levadura candida albicans, que pueden desarrollar resistencias.
¿Cuándo aparecieron por primera vez las resistencias a los antibióticos?
Las resistencias a los antibióticos son casi tan antiguas como los propios antibióticos. Ya en el año 1948, el científico Milislav Demerec, del Instituto Carnegie de Washington, escribió en la revista Journal of Bacteriology que la "resistencia hacia la penicilina aumenta paso a paso”.
¿Dónde se esconden las bacterias resistentes?
Las bacterias potencialemente resistentes pueden vivir en la piel humana, en el suelo, en las superficies lisas. Prácticamente en todas partes. Lo más habitual es que se trasmitan a través de las manos. A las bacterias les gusta asentarse bajo los anillos, motivo por el cual, médicos y personal de enfermería deberían quitárselos antes de tratar a sus pacientes en los hospitales. Otros lugares donde habitualmente anidan bacterias son los pomos de las puertas, los paños de cocina, las tablas para cortar alimentos y los muñecos de peluche.
¿Cómo tratan los médicos a los pacientes infectados por bacterias resistentes?
Si una prueba detecta que un paciente porta en la piel la cepa resistente de la bacteria MRSA, el médico puede ordenar un tratamiento de descolonización. Ello implica utilizar cremas, jabones, polvos o champús antibacterianos para eliminar la cepa antes de que se convierta en un peligro. Si el paciente infectado con MRSA se encuentra en el hospital, se lo aísla del resto de pacientes. Médicos, personal de enfermería y visitas familiares solo podrán entrar en la habitación con ropa protectora, es decir, guantes, bata y mascarilla en el rostro. De esta manera se evitará, por un lado, que la bacteria se propague y, por el otro, que el ya debilitado paciente quede contagiado por nuevas bacterias.
En el caso de infecciones producidas por la MRSA, el paciente recibe inyecciones con uno o varios antibióticos al mismo tiempo. El tratamiento puede durar varias semanas. Para casos serios hay antibióticos de reserva, como los carbapenemas. Hasta ahora han sido poco utilizados y aún funcionan contra la mayoría de las bacterias. Pero no contra todas. Aunque pocas, también han aparecido resistencias contra ellos.
¿Qué tan peligrosas son las infecciones con bacterias resistentes?
Son potencialmente muy peligrosas. Según la OMS, los pacientes infectados con staphylococcus aureus resistente tienen un 64 por ciento de riesgo más de morir que los infectados por una cepa no resistente de esta misma bacteria. Pero tener una infección con patógenos resistentes no supone una sentencia de muerte. Muchos pacientes sobreviven a la enfermedad.
¿Cómo puedo ayudar a atajar las resistencias a los antibióticos?
Lávese las manos a menudo y evite el contacto con personas enfermas. Utilice preservativo para no contagiarse con enfermedades de transmisión sexual. No consuma antibióticos sin consejo expreso de su médico. Los antibióticos no funcionan para combatir un resfriado, que suele ser causado por virus. Si le han recetado antibióticos, consuma rigurosamente las dosis prescritas y siga el tratamiento hasta el final, incluso aunque se encuentre mejor antes de terminarlo. Tome solamente los antibióticos que le fueron recetados a usted personalmente. Si ha sobrado alguna pastilla, no la comparta con otros ni la guarde para otro momento. Tomar el antibiótico equivocado conduce a que las bacterias puedan proliferar sin freno y desarrollen resistencias contra el medicamente empleado, que trasmiten después a otras cepas bacterianas.
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